sábado, 17 de diciembre de 2011

resaca

   él la recogia entre sus brazos, y ella nunca se había sentido tan amada. su cuerpo fornido y moreno la excitaba, cuando la besaba se olvida de todo. él la hacía sentirse una mujer.
   no podía aguantar más, cerró el libro y fue corriendo a vomitar, definitivamente el banquete de celebración de la noche anterior había sido excesivo y le estaba impidiendo disfrutar de su momento de lectura diaria. se había aficionado a las novelas románticas y había decidido comprarse una de esos coleccionables típicos del otoño. sergio le había dicho que estaba loco, y probablemente tenía razón. ¿te encuentras bien? lo oyó preguntar desde el otro lado de la puerta del baño. sí, no te preocupes, algo me habrá sentado mal.
   llevaban compartiendo piso desde que estudiaban ingeniería electrónica en la complutense, y se habían visto madurar, se habían apoyado en los momentos dificiles, especialmente cuando sergio volvía borracho tras una de sus dramáticas y traumáticas rupturas, lo que ocurría con extraña frecuencia, tanto que se consideraba un experto, había elaborado un ritual y conseguía calcular con bastante precisión la siguiente. o cuando él dejaba su último trabajo amargado porque no era lo que realmente quería y sergio le animaba alabando su trabajo amateur.
   la vida y los sueños universitarios habían quedado atrás hacía tiempo. sergio seguía pinchando en el bar y lo que comenzó siendo el típico trabajo provisional para pagarse los estudios y ahora era casi una vocación; y él intentaba minimizar su titulación en su currículum esperando que alguna revista a las que llevaba mandando trabajos desde hacía años, se dedicara a contratar a un ingeniero como redactor, articulista o para llevar cafés.
   ¿seguro que estás bien? sí coño, ahora salgo. además de la comida, anoche había bebido demasiado, como siempre en los últimos meses. el espejo, le devolvió la misma cara que llevaba viendo, ni el agua fría ni la caliente conseguían borrar aquellas ojeras y la palidez, la tristeza. hoy iba a decirle a sergio que se iba de casa, ahora que estaba en el punto álgido de su relación con vanessa era el mejor momento, no se sentiría culpable por abandonarlo en pleno bajón. no sabía en qué exacto momento había tomado la decisión, pero necesitaba huir, era horrible convivir con él. verlo todos los días, compartir comidas y sofá, intimidades. verlo sin camiseta en verano, empalmado por las mañanas, saber que lo que sentía era un cáncer que crecía cada día y que era incapaz de compartir, sólo su almohada y su diario aplacaban sus lágrimas.
   pablo! vete a la mierda, sergio, déjame en paz. nunca antes le había gritado, era otra de las razones por las que se iba. el silencio que respondió desde el otro lado fue doloroso. tomo aire y se acercó a la puerta, no quería salir de allí. tenía miedo. quizá si hablaba con la puerta cerrada sería más fácil. y más cobarde, igual de cobarde que irse sin explicarle la verdadera razón. sergio, ¿sigues ahí? silencio. tengo que decirte algo, voy a irme de casa. silencio. ¿me has oido? sí. seco, con la voz entrecortada. silencio. abre la puerta pablo. temblaba mientras acercaba la mano al pomo. abre la puerta! gritó.
   no era capaz de levantar la vista. veía sus pies descalzos, sin calcetines. mírame. tragó saliva y lo miró directamente a los ojos. fueron como un refugio, terreno conocido, como volver a casa tras un largo viaje. ¿por qué? sabes que siempre he querido vivir solo. llevas diciendo eso desde que te conozco, ¿por qué ahora? empezaban a agotarse sus excusas. es el mejor momento. pero, siempre hemos vivido juntos, sabes que soy un desastre sin ti. pestañeó y respiro con más calma, sabía que lo había conseguido, que una vez más había conseguido ocultar como se sentía realmente, sentía como la caja fuerte se cerraba con un sonido pesado y metálico. te voy a echar mucho de menos. yo a ti también.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

rojo sangre

   el golpe fue mortal. sentía que su cara se había partido en dos, y empezaba a sentir la cálida sensación de la sangre resbalando por su cuello. se sabía muerto, pero no entendía como había acabado así lo que había empezado como una simple noche de jueves. en un extraño y paradójico gesto de rutina, lo primero en lo que pensó fue en que no podría ir a trabajar al día siguiente, después perdió la consciencia.
   el día había transcurrido con normalidad, aburrido incluso. lo más interesante había sido la visita de paula en la comida, inesperada. estaban en un gran momento, y al contrario que a sus amigos, planificar la boda les estaba uniendo, estaban disfrutando de planificar su boda ficticia pero perfecta, sin fallos ni errores con las flores o el fotógrafo. estuvieron eligiendo tarjeta de invitación, y lloraban de la risa imaginando los mensajes que enviarían a algunos amigos y familiares. después había tenido que echar un par de horas extras en la oficina, unas cervezas con los compañeros, una llamada a paula para decirle que llegaría tarde, y las cervezas se alargaron en más alcohol.
   fue en el camino de vuelta a casa cuando todo se torció. había perdido el último metro, y no quería coger el coche borracho. pensaba dejarlo en el trabajo y recogerlo al día siguiente. esperaba el autobús cuando aquella extraña de pelo dorado le pidió fuego. se apoyó sobre el cristal de la marquesina y la luz de la farola se reflejaba en los labios extremadamente rojos, que no parecían pintados sino su color original. se había atontado observándola y no se notó de la aparición de aquellos dos extraños hombres, ni pudo reaccionar ante la barra metálica que le destrozó la mandíbula.
   siempre tenía esas ensoñaciones cuando bebía, proyectaba personajes con los que interactuaba hasta el punto de despertar las miradas suspicaces de los seres de carne y hueso que le rodeaban. sus personajes, como en una novela de la que fuera escritor hacían lo que les ordenaba, pero a veces, algunos actuaban según el libre albedrío y tenía que improvisar la historia. hizo que uno de los extraños hombres a los que no podía describir porque no había visto le tomara el pulso. sigue con vida. llevémoslo a casa antes de que paula se preocupe.
   le encantaba mezclar a sus personajes y su vida real, a veces incluso los utilizaba para que hicieran las tareas más pesadas. como aquella vez que consiguió que el felipe ii que había creado para una ensoñación histórica acabara poniendo la lavadora. o las repetidas veces en las que había acabado una discusión con un tiroteo, o una redada de la policía. ahora tenía que acabar la ensoñación, o dominarla.
   la espectacular rubia apoyó el afilado tacón sobre su pecho y le impedía moverse o ser movido. las cosas se ponían feas. empezaba a dudar que pudiera controlar la situación. ya alguna vez antes había creido perder el control, y había tenido que recurrir a su mejor retórica. pero esta vez la sensación era más intensa, como si el golpe realmente lo hubiera dejado fuera de juego. pero mientras siguiera consciente era buena señal. intentó llevarse la mano al bolsillo de la chaqueta y se asustó al no encontrar lo que buscaba. en un segundo intento, por fin lo tocó, al fondo, totalmente enganchado en las esquinas del bolsillo. tiró del boli, ya solo necesitaba la hoja en blanco que guardaba en el otro bolsillo. comenzó a escribir. los personajes volvieron a donde debían estar, los encerró en su carcel de papel y tinta, y el cogió el autobús de vuelta a casa.

domingo, 27 de noviembre de 2011

el saloncito

   el número de personas era demasiado alto para el tamaño del salón, pero la ocasión merecía estar algo apretados. era el cumpleaños de un amigo de... realmente no recordaba quien era el dueño del salón, ni conocía a los presentes. sólo a julio, que lo había arrastrado a aquella fiesta y había desaparecido tras los dos pechos, razón de que estuvieran allí.
   llevaba un rato refugiado tras una copa de ron, cargada y con mucho limón, como le gustaba. prefería estar de pie, pero empezaban a pesarle las piernas. si se sentaba, se sentía inseguro, y la situación ya era suficientemente hostil. no hacía más que pensar en la película del videoclub que descansaba encima de su dvd. de repente alguien llamó su atención. le resultaba familiar, pero no conseguía reconocerlo. aprovechó su anonimato e invisibilidad habituales para observarlo.
   se trataba de alguien muy popular, quizá incluso famoso. todo el mundo lo saludaba cuando pasaba por su lado, y podía ver como algunos grupos, cuchicheaban mirando en su dirección. él sin embargo, también se refugiaba, evitaba la tensión que descansaba sobre él con la persona sentada a su lado. no parecían pareja. era un chica preciosa, y con mucha experiencia en acaparar la atención. la complicidad entre ellos era impresionante, las miradas que apenas duraban décimas de segundo, leves roces en zonas de seguridad, una mano en la pierna, un brazo sobre los hombros. funcionaban como una maquinaria bien engrasada.
   de repente identificó al anfitrión, traía bebidas de la cocina, y le sonaba la cara. se esforzaba en complacer a los invitados, le importaba lo que pensaban de él. era un viejo amigo de la infancia de julio, del que sabía más de lo que le gustaba. era una de esas historias sin rostro, personas de las que has oido hablar miles de veces, sus victorias y miserias, pero que apenas has visto en un par de fotos.
   nunca había perdido de vista la funda de guitarra que tanto le aterraba, la que guardaba a "fat man", la guitarra que siempre los había acompañado a julio y a él en sus salidas. y cuando se dio cuenta que había desaparecido de su sitio, quiso ser invisible de verdad. reculó hasta que se encontró con la pared, y los primeros acordes y la voz de su amigo hicieron que se le atragantara la copa. suerte que las botellas estaban a su derecha, y pudo recargar. necesitaría alcohol para tragarse la vergüenza ajena, que le despertaba los ataques de artista de su amigo.
   se hizo silencio, todo el mundo preparado para oir el grandioso concierto. comenzó el juego de miradas. el ligeramente popular desconocido y el anfitrión intercambiaban miradas de complicidad, o se conocían o querían conocerse. un extraño chico, que parecía totalmente fuera de lugar, intentaba seducir a la chica más facilona de la fiesta, y ella, coqueteaba con alguien al otro extremo. las canciones creaban una atmosfera que casi podía olerse. los presentes desplegaban sus encantos y sus defectos. utilizaban la música, y la dispersión de la atención; se refugiaban en lo que dominaban, o se adentraban en patrones sociales que le eran ajenos; algunos daban pasos que sólo se atrevían a dar porque el alcohol recorría su sangre, o quizá era simple sugestión.
   ese era el momento, la señal. todos permanecían ocupados, bien oían la música, bien bebían ausentes, otros aprovechaban para seducir o dejarse sedcuir. tosió para comprobar que efectivamente todo el mundo estaba enganchado, ausente, tan ocupado en cumplir su papel que casi habían perdido la consciencia. entonces gritó, sólo buscaba alguien que desviara la mirada y lo observara, que le dijera que se callase, alguien que se sobresaltara. pero nada ocurrió. entonces recogió su abrigo de la habitación principal y huyó.

sábado, 1 de octubre de 2011

la dulce sensación de una vida ajena

   no reconocía el rostro que le miraba desde el espejo, aunque le resultaba familiar, como un viejo amigo al que el tiempo y la ausencia habían casi enterrado. el pelo mojado le caía en la frente, más corto de lo habitual, incluso le parecía más claro. analizó su propio cuerpo buscando las rarezas que lo hacían único y peculiar, intentando recordar. se afeitó con la intención de que las facciones fueran más visibles, más reales. empezaba a acostumbrarse a aquel rostro, pero seguí teniendo la sensación de que estaba incompleto, como si sólo fuera la descripción de su verdadero rostro. cuando salió del baño se dio cuenta que su cara y suerpo no era lo único que le resultaba desconocido. no reconocía el cuerpo que descansaba desnudo en una cama que no había dormido nunca, su habitación olía a un tabaco que nunca había fumado.
   le gustaba la sensación de sentirse un intruso. encendió un cigarro. sabía a menta. se acercó a aquel cuerpo que empezaba a desperazarse. acarició aquella piel, la besó. sabía a café. nunca se había parado a pensar a que sabían las cosas. aquellos ojos azules le miraron extrañados, quedaban perfectos en aquel rostro. besó los labios más apetecibles que había visto en su vida, y le supó salado, a cocina casera. su corazón empezaba a acelerarse. de repente su dedo pulgar rozó la alianza en su anular derecho. el sueño volvió a morder aquel cuerpo imperfecto, pero atractivo, y observó como peleaba con las sabanas en la seminconsciencia que correspondía a los últimos sueños de la mañana. encontró especialmente reconfortante pararse ante cada detalle, recrearse en las cotidianidades que pasaban desapercibidas. nunca había deseado tanto a alguien sin amarlo, ni había amado tanto a nadie sin necesitarlo. eran dos desconocidos que sabían todo el uno del otro. las palabras sobraban, los gestos y las miradas eran suficientes.
   conforme iban avanzando las horas empezaba a recordar lo suficiente para llevar a cabo las obligaciones del día, pero a la vez se dejaba sorprender por una vida que sabía a nueva.
   la seguridad de que aquel cuerpo le esperaría en casa le hizo mantener una sonrisa durante todo el día, la comida sabía más que nunca, el sol brillaba en un cielo de un azul diferente. al volver a casa, cansado, fue consciente de partes de su cuerpo que había olvidado, hizo el amor de la manera más dulce, como si nada más importara, como la cosa más natural de mundo. compartió lo más profundo y lo más mundano, como si cada palabra que decía y escuchaba hubiera sido creada para ese preciso momento. cuando el sueño empezaba a apoderarse de sus sentidos, supo que al día siguiente volvería a olvidarlo todo, despertaría en otro cuerpo, en otra vida. o en la misma, eso daba igual.

sábado, 20 de agosto de 2011

el escritor que se olvidó de ser hombre

   la estación de tren, como todas las estaciones de tren de las grandes ciudades estaba abarrotada a esa hora. su equipaje ligero en la mano, pesado en el alma. tan solo un paquete de folios en blanco y un gastado notebook que se negaba a cambiar. su hotel estaba apenas a 5 minutos de Atocha, pero no iba a registrarse aún, así que empezó a andar sin un rumbo fijado. intentaba oler la ciudad, saborearla. observaba cada detalle de cada edificio como no había hecho ninguna de las miles de veces que había estado en aquella ciudad. no era un viaje cualquiera. había venido a cumplir una misión, un objetivo muy claro y poco tiempo para llevarlo a cabo.
   una cafeterís de repente llamó su atención, vacía, sucia. son esas mesas metálicas de taberna antigua llenas de marcas de tazas y vasos. olor a rancio, a viejo, mostradores con comida que a pesar de estar recién hecha parecía pasada, a punto de caducar. era el sitio donde nadie nunca pensaría encontarlo. le gustaba jugar a ser una persona diferente, hacer cosas que nunca jamás hacía en su vida habitual. se sentó, pidió un pincho de tortilla y un café con leche. odia los cafés que servían con grasa flotando, pero aún así se lo bebió, casi de un trago, dejando la tortilla como bandera de una mesa conquistada y aún en uso. sacó el ordenador, lo conectó a un enchufe cercano y abrió el archivo que guardaba en el escritorio. mientras acababa el boceto de aquella novela, había comprendido que sólo podría acabarlo en Madrid, y había viajado desde una ciudad del sur que ya no recordaba y en la que residía habitualmente. la ciudad empezaba a apoderarse de él, lo podía sentir, su cabeza se borraba de sus propios recuerdos, y se llenaba con los de la ciudad. podía oler la sangre de un asesinato que ocurrió en aquella misma calle cinco años atrás. en los ojos del camarero podía ver las palizas que había recibido de su padre. sintió el frio de la ciudad en invierno a pesar que era agosto y sudaba. y de repente lo vio.
   empezó a escribir, como en trance todo lo que había a su alrededor se desvanecía convirtiéndose en un difuso borrón mal pintado. cuando volvió a tener el control era de noche, recogió y se fue al hotel. allí continuó escribiendo, oyó como se cerraban pactos de traición en las habitaciones de ese hotel que guardaba en sus paredes años de historias. pasó 48 horas sin dormir, recorriendo la ciudad y dejando que le atravesaran las vidas de otros para convertirse en una ficción que no le pertenecía pero que sin embargo llevaría su nombre.
   de noche, la estación de tren parecía diferente. el eco de las pisadas y las ruedas de las maletas rebotaban en las paredes creando un sonido ligeramente tétrico. nunca le habían gustado las estaciones de noche. su tren salía pronto. empezaba a recordar su vida, pero esperaba volver a olvidarla en el trayecto, vaciarse de ella, y dejar que una nueva ciudad y nuevas historias le inundaran los sentidos.

martes, 16 de agosto de 2011

las siete plagas bíblicas

   -¿en serio?
   - sí, como una plaga de hormigas.
   - ¿una plaga de hormigas?
   - sí, como las siete plagas bíblicas.
   - pero si las plagas bíblicas eran diez, y ninguna era de hormigas.
   - bueno, la cuestión es que la marea de gente parecía una plaga de hormigas. toda la calle llena, desde allí hasta la donde se cruza la otra gran avenida, ¿lo ves?
   - sí, claro. ¿pero qué hacía tanta gente aquí?
   - no lo sé, pero impresionante, todos gritando a una sola voz.
   - pero si eran tantas personas se oiría más bien como un murmullo confuso, no como una sola voz.
   - ya pero todos pedían lo mismo, los pelos de punta, casi lloré de tanta emoción.
   - pero ¿qué pedían?
   - no lo sé, algo de la paz o de la justicia, pero era tan bonito. yo los apoyo totalemte.
   - yo una vez tuve una plaga de hormigas en casa.
   - ¿en serio?
   - sí, me recordaban a una marea humana de esas que salen en las noticias. las manifestaciones y tal.
   - y ¿cómo te deshiciste de la plaga?
   - ¿deshacerme? ¿por qué?
   - no sé...
   - eran hermosas, trabajando todas juntas para construir y defender su propia casa, que comparten como una gran familia.
   - pues a mí las hormigas me recuerdan a las siete plagas bíblicas.
   - las plagas bíblicas son diez. a mi los humanos me recuerdan a una de las plagas bíblicas.
   - claro, porque tú eres una hormiga.

sábado, 13 de agosto de 2011

un año sin verano

   tenía miedo y tirataba de frío, o tirataba de miedo y tenía frío. la calle estaba desierta y el autobús no llegaba. era la tercer mes de febrero de aquel año sin verano y pronto llegaría un noviembre especialmente duro, con temperaturas más bajas de lo habitual, nevadas y fuertes tormentas. podía sentir el hielo cristalizando en sus huesos. el autobús se retrasaba, pero esperaba llegar a tiempo al aeropuerto. ni el abrigo ni la bufanda eran capaces de aplacar un frío que parecía venirle de dentro. el miedo sin embargo no sabía de donde le venía.
   al llegar al aeropuerto estuvo a punto de caer al suelo al comprobar que todos los vuelos hacía países cálidos habían sido cancelados de nuevo. no había vuelto a haber ninguno desde la "gran migración" y no llegaba ninguna noticia desde aquellos países, que se suponían sobrepoblados. se empezabana a oír comentarios de que quizás estuvieran desiertos. las mafías empezaban a flotar barcos, con abusivos precios y de los que nadie sabía si llegaban a su destino; controlaban las grandes industrias de calefacción y ropa de abrigo.
   ya no sabía como controlar su frío, apenas tenía dinero desde que su empresa de helados quebró tras la primera gran helada; y tampoco sabía como controlar el miedo. lo único que le quedaba era vagar de vez en cuando como un loco al aeropuerto, con la esperanza de que algún día pudiera gastar los pocos ahorros que le quedaban en un billete hacia la felicidad.
   los meteorólogos y científicos no eran capaces de explicar la ausencia de meses cálidos, y la proliferación de borrascas que se formaban repentinamnete, unas tras otras, encadenadas en una deseperante monotonía. había tomado medicación para su irracional tendencia al miedo, pero los mñedicos no había conseguido aplacarla. apenas cuando dormía, completamente cubierto, conseguía que el frío y el miedo bajaran su intensidad durante unas horas.
   en su camino de vuelta, tras otra infructuosa visita al aeropuerto, algo llamó su atención. un extraño calor salía de una puerta. al principio no reconocío lo que era, pero finalmente recordó aquella hermosa sensación, y consiguió vencer su miedo y acercarse. cuando entró en la habitación, la reconoció como suya, pero extraña a la vez. no era la habitación de su casa, era como una mezcla de todas las que habia habitado a lo largo de su vida, llena de recuerdos de todas la etapas y épocas. en el centro, madera y una cerilla. y de repente recordó como se encendía una hoguera, prendió la cerilla y dejó que poco a poco se fueran avivando las llamas más grandes en la madera. cuando el fuego era suficiente se sentó en el suelo. todo lo que había allí lo había construido él, los recuerdos, la hoguera y desde ese día nunca más volvió a pasar frío, nunca más volvió a pasar miedo.

miércoles, 10 de agosto de 2011

novelas vacías

   siempre que la inspiración se volvía perezosa, la drogaba a base de cafeína, en la misma mesa del mismo bar, donde esparcía sus bocetos avergonzado de admitir que nada salía de su densa y perezosa cabeza. los que le conocían, creían que escribía entre tanto desorden y los que no, simplemente miraban curioso. siempre, en sus momentos de sequía, ocultaba bajo las hojas un pequeño trozo en blanco de papel, por si alguna extraña idea venía a su cabeza, que en ese momento no podría hilar, que pudiera ser el germen de algo más, plantada en una tierra más fértil. pero aquella inesperadamente calurosa tarde de marzo, apenas era capaz de mantener la atención en el libro que intentaba usar como referencia.
   odiaba el comienzo de la primavera, cuando la temperatura aún pedía abrigo, pero sus ganas de calor, le pedían ropas más ligeras y bebidas refrescantes. estaba intentando decidirse a verter la taza de café negro sobre el vaso de hielo cuando alguien llamó su atención. fue una aparición. un sudor frío le recorrió la nuca, y tuvo que agarrarse a la mesa para no perder el equilibrio. tuvo que mirar a su alrededor, oír las conversaciones ajenas y oler la mezcla de café y dulces que caracterizaban al Café de Media Tarde; para asegurarse de que no estaba soñando. ahí estaba en la barra, pidiendo posiblemente el café cortado y el vaso de güisqui que siempre pedía. empezó a observar sus gestos, iguales a como él los había descrito, la ropa, de estilo informal y casi podría decirse despreocupado, pero elegante, siempre elegante. asomaba del bolsillo de su cazadora un paquete de tabaco de liar, y reposaba en su oreja un cigarro preparado, reposando como le gustaba decir.
   era la primera vez que se encontraba con el protagonista de uno de sus libros, y daba la casualidad de que era el que reposaba, aún sin terminar encima de la mesa. sintió cierto pudor, como si lo que reposara en la mesa fueran fotos íntimas de algún affair. tenía que aprovechar la ocasión para observarlo detenidamente, analizarlo en los detalles que le quedaban perfilar. incluso podría seguirlo, ver como era su vida, la vida que él mismo le había creado y como se desenvolvía en ella, para posteriormente ajustarla.
  su mirada buscaba algo en el fondo del café, y por un momento creyó que lo había reconocido. pero saludó a alguien y se sentó a compartir mesa con una hermosa mujer de pelo rubio rizado a la que no había prestado atención hasta ese momento. posiblemente uno de sus contactos, andaría sumergido en alguna investigación, el encuentro fue tenso y breve y la mujer sin despojarse de sus gafas de sol en ningún momento, abandonó apresuradamente el café dejando sobre la mesa un libro, entre el que se veía una nota de papel manuscrita. su nombre era julio, aunque casi todo el mundo lo llamaba "negro", en referencia a su peculiarmente blanca piel. ahora que lo recordaba, negro nunca había ido al Café de Media Tarde.
   algo empezó a preocuparle, y un  extraño nerviosismo se apoderó de su habitual calma, la presencia de su personaje en el café empezaba a incomodarle, se sentía amenazado. recogió sus papeles, pagó la cuenta y se disponía a salir, pero una extraña atracción le hizo retroceder. se dirigió a la mesa y golpeó suavemente el hombro de negro, tenía que romper la tensión que se había creado entre ficción y realidad, la eterna lucha entre escritor y personaje. cuando se giró, no supo que decir, la mirada de aquel hombre era demasiado intimidatoria.
   - disculpe, ¿es consciente de que usted es sólo un personaje de una novela?
   - lo sé, y usted no es más que el escritor.

sábado, 6 de agosto de 2011

Unidad Internacional de Países Desarrollados

   se había vuelto adicto. y siempre comprobaba la clasificación a la misma hora aproximadamente. justo antes de acostarse, mientras se bebía la última cerveza del día. desde que el Gobierno General había instaurado la clasificación de mejores ciudadanos, había ascendido 100 posiciones, pero ahora llevaba una mala racha, y su puntuación del día loconfirmaba. había perdido 3 posiciones respecto al día anterior y unas 10 en la última semana. estaba esperando que se cargara el informe del día, mientras apuraba la cerveza, y se dirigía a la nevera a por una más.
   ciertos sectores críticos con la gestión del último Gobierno acusaban a la Federación Internacional de Partidos Sociales de utilizar la lista como una herramienta de sondeo publicitario que le permitía elaborar sus programas electorales según los gustos de la mayoría, y de manipular los gustos y hábitos de los ciudadanos de la Unidad Internacional de Países Desarrollados. lo cierto era que desde que en 2023 los más poderosos países del mundo se unieron en esta Unidad, el 80% de los habitantes de la tierra eran más felices, o al menos estaban más controlados. en las últimas elecciones mundiales, la Federación Internacional de Partidos Sociales había ascendido al poder, tras años de oposición, y la mayoría absoluta les había permitido tomar decisiones un tanto polémicas con total libertad.
   estaba repasando el informe, intentando ver si se le había olvidado incluir algo que le ayudara a superar la mala racha, pero la verdad, su separación le estaba costando puntos de Pareja Monógama, y las horas que pasaba en el trabajo le quitaban tiempo para su Ocio y Relaciones puramente amistosas, altamente valorado en la clasificación. había intentado asistir a cuatro exposiciones esta semana, con su documentación falsa, para que le penalizara por Librepensador, vagos y maleantes, pero el Gobierno debía haber descubierto su falsa documentación, ya que había recibido una carta que le invitaba a presentarse a la oficina de Control y gestión de personas y documentos.
   si salía a la luz su intento de fraude, estaba perdido, ya que revisarían su perfil. estaba al borde de entrar en la parte más baja de la lista, Ciudadanos Mediocre, lo que le podía traer verdaderas consecuencias, como perder su trabajo o su casa. así que tenía que pensar algo y llevabas días estudiando detenidamente la normativa. solo le quedaba una solución: retar a alguno de sus antiguos amigos, o alguna ex-pareja a una Competición de la vida, pero nunca había sido bueno en estas entrevistas a dos. sus habilidades informáticas le habían permitido hackear el informe de una antigua Pareja media-estable y tenía datos suficientes para ganar la Competición de la vida, sólo le faltaban dejar a un lado algunos de sus antiguos escrúpulos de ciudadano libre, y su vida estaría solucionada. al fin al cabo, sólo se trataba de seguir las normas y patuas creadas para la felicidad de todos, o de la mayoría.
  

viernes, 29 de julio de 2011

cosas de las que dudo razonablemente de su existencia

   siempre había discutido firmemente cualquier tipo de existencia paranormal o divina, abogando por una explicación racional y científica. lo que no podía comprobar o demostrar quedaba almacenado en la parte de su memoria que titulaba: "cosas de las que dudo razonablemente de su existencia". estaba empezando a ser demasiado grande y empezaba a escasear el espacio, por lo que a veces, en momentos de urgencia, había cierto material clasificado, que había alojado con supuesta temporalidad en otras zonas de su cabeza pero que la burocracia y la pereza le habían hecho dejar abandonadas y mal clasificadas.
   y así le ocurrió que un día acabó en misa porque se le olvidó que "creer en Dios" debía estar en una gran carpeta rotulada "ateísmo"; y una noche, la pasó aterrado bajo el edredón porque creyó que la montaña de ropa que descansaba en su silla era el fantasma de un preso de guerra. empezaba a resultarle un poco molesto y había decidido escribir en su libreta de cosas importantes las cosas en las que no creía. pero sin querer, había almacenado "escribir en mi libreta de cosas importantes las cosas en las que no creo" en la parte de su cabeza bajo el rótulo: "cosas que tengo que hacer pero que seguramente olvidaré".
   el sábado, iba despistado, oyendo música, ajeno al mundo exterior y la gente que le acompañaba en el metro, cuando algo llamó su atención, al principio, le pareció alguien más, nada especial. pero había algo en su forma de comer chocolate que resultaba llamativo. trozeaba en pedazos ridículamente pequeños una pequeña barra de chocolate negro, los depositaba en sus labios, y podía intuir como los deshacía lentamente en su boca. de repente lo supo: si existieran los ángeles, estaba seguro que debían ser como aquella mujer. su impoluta y holgada ropa blanca, las arrugas tan perfectas de su piel. estaba seguro de que era una mujer anciana, con un perfecto y brillante pelo blanco, pero era incapaz de definir su edad. ¿cien? ¿doscientos?
   la delicada forma en que sostenía una lupa con la que leía detenidamente el periódico en los intervalos en los que sus manos no trabajaban el chocolate le hizo fijarse en la mirada. no recordaba el color de sus ojos, pero aquella mirada le habló, sin necesidad de mirarle sintió una paz, todos los músculos de su cuerpo se relajaron. no recordaba si debía creer en la existencia de los ángeles, ni si tenían nombres, ni si alguno se llamaba libertad. y mientras lo decidía, aquella mujer llegó a su parada, bajó torpemente del vagón y se fundió en la violenta multitud que llena los andenes de la ciudad. no recordaba sus movimientos, cómo fue del asiento a la puerta del vagón.
   cuando llegó a casa creyó recordar que los ángeles deberían estar en "cosas de las que dudo razonablemente de su existencia" pero de alguna manera se había extraviado en su cabeza. el recuerdo de aquella mujer, almacenado en una carpeta demasiado llena, había abierto una pequeña grieta, de modo que recogió todo y empezó a clasificar de nuevo. la primera carpeta que abrió se llamaba: "pequeñas cosas inexplicables que te ocurren cuando estás solo, que se sienten muy suave, pero que te agitan las alas"

domingo, 24 de julio de 2011

mudanza

   "las mudanzas siempre acarrean un cambio, que a veces se adivina peligroso. algunos las afrontan con la excitación de lo novedoso, otros con el temor a lo desconocido, otros simplementen analizan repetidamente los pros y los contras. pero la verdad es que tras un cambio, lo que viene después es difícil de adivinar."
   así empezba el discurso que había escrito durante tres meses y que pronunció ante el espejo hasta que este le rogó que se callara. y dentro de cinco horas, mientras lo pronunciaba en el atrio del palacio de congresos ante el jurado que le había otorgado el premio, su mujer, sus hijos y varios centenares de desconocidos; una pequeña maleta con sus más amadas pertenencias le esperaba en el coche. nadie en aquella sala sabía de la existencia de esa maleta, ni del billete destino a Nueva York que descansaba junto a su pasaporte en el bolsillo interior de la chaqueta y que tocaba incoscientemente cada cinco minutos.
   aquella mujer le había destrozado la vida. aquellos ojos de profundidad inmensurable. no, no había sido infiel a su mujer, ni probablemente lo fuera, pero aquella mujer y su absoluta independencia habían hecho germinar en él una semilla que creía muerta hace años. la había conocido en el lugar más extraño posible, un bar al que había entrado únicamente a usar el baño. y ahora se disponía a viajar a un país extranjera, que le era completamente ajeno y seguramente le sería hostil; mudarse con una practicamente desconocida y su dulcemente atractiva novia; para seguir los oxidados sueños de un niño de dieciocho años.
   en su maleta únicamente algo de ropa, sus dos libros favoritos, su pluma y un puñado de hojas en blanco. la inspiración, las ideas y la forma de darles vida, esperaba encontrarlas en la mudanza más aterradora de su vida.