viernes, 29 de julio de 2011

cosas de las que dudo razonablemente de su existencia

   siempre había discutido firmemente cualquier tipo de existencia paranormal o divina, abogando por una explicación racional y científica. lo que no podía comprobar o demostrar quedaba almacenado en la parte de su memoria que titulaba: "cosas de las que dudo razonablemente de su existencia". estaba empezando a ser demasiado grande y empezaba a escasear el espacio, por lo que a veces, en momentos de urgencia, había cierto material clasificado, que había alojado con supuesta temporalidad en otras zonas de su cabeza pero que la burocracia y la pereza le habían hecho dejar abandonadas y mal clasificadas.
   y así le ocurrió que un día acabó en misa porque se le olvidó que "creer en Dios" debía estar en una gran carpeta rotulada "ateísmo"; y una noche, la pasó aterrado bajo el edredón porque creyó que la montaña de ropa que descansaba en su silla era el fantasma de un preso de guerra. empezaba a resultarle un poco molesto y había decidido escribir en su libreta de cosas importantes las cosas en las que no creía. pero sin querer, había almacenado "escribir en mi libreta de cosas importantes las cosas en las que no creo" en la parte de su cabeza bajo el rótulo: "cosas que tengo que hacer pero que seguramente olvidaré".
   el sábado, iba despistado, oyendo música, ajeno al mundo exterior y la gente que le acompañaba en el metro, cuando algo llamó su atención, al principio, le pareció alguien más, nada especial. pero había algo en su forma de comer chocolate que resultaba llamativo. trozeaba en pedazos ridículamente pequeños una pequeña barra de chocolate negro, los depositaba en sus labios, y podía intuir como los deshacía lentamente en su boca. de repente lo supo: si existieran los ángeles, estaba seguro que debían ser como aquella mujer. su impoluta y holgada ropa blanca, las arrugas tan perfectas de su piel. estaba seguro de que era una mujer anciana, con un perfecto y brillante pelo blanco, pero era incapaz de definir su edad. ¿cien? ¿doscientos?
   la delicada forma en que sostenía una lupa con la que leía detenidamente el periódico en los intervalos en los que sus manos no trabajaban el chocolate le hizo fijarse en la mirada. no recordaba el color de sus ojos, pero aquella mirada le habló, sin necesidad de mirarle sintió una paz, todos los músculos de su cuerpo se relajaron. no recordaba si debía creer en la existencia de los ángeles, ni si tenían nombres, ni si alguno se llamaba libertad. y mientras lo decidía, aquella mujer llegó a su parada, bajó torpemente del vagón y se fundió en la violenta multitud que llena los andenes de la ciudad. no recordaba sus movimientos, cómo fue del asiento a la puerta del vagón.
   cuando llegó a casa creyó recordar que los ángeles deberían estar en "cosas de las que dudo razonablemente de su existencia" pero de alguna manera se había extraviado en su cabeza. el recuerdo de aquella mujer, almacenado en una carpeta demasiado llena, había abierto una pequeña grieta, de modo que recogió todo y empezó a clasificar de nuevo. la primera carpeta que abrió se llamaba: "pequeñas cosas inexplicables que te ocurren cuando estás solo, que se sienten muy suave, pero que te agitan las alas"

No hay comentarios:

Publicar un comentario