lunes, 28 de septiembre de 2015

el hombre que nació en el momento equivocado

   su madre llegó tarde al parto. cuando entraba al paritorio acostada en la camilla él ya había nacido. los gritos y esfuerzos posterios fueron totalmente prescindibles. incluso aquella criatura que apenas lloró al salir al mundo, también era prescindible. porque al igual que se anticipó a su propio nacimiento, al igual que el resto de su vida siempre vivió los acontecimientos de su vida fuera de tiempo, también llevaba toda su vida fuera de su cuerpo, llegando a coincidir en el mismo lugar apenas una semana en 45 años de vida.
   a veces llegaba antes, como aquella vez que terminó sus estudios universitarios en el segundo curso. o aquella otra en la que estuvo esperando 10 meses y 13 días a que los invitados a su fiesta de cumpleaños aparecieran, con el gorro en la cabeza y el matasuegras en la boca, la tarta estaba incomible cuando todo el mundo apareció.
   en cambio otras veces llegaba tarde. como el día en que repartieron los veranos o el día que empezaba su primera clase de piano, para la que aún corría con la libreta en la mano mirando el reloj intentado que ese retraso no durara toda la vida.
   para el amor también llegó tarde. llevaba mucho tiempo preparándose para él. se había arreglado con sus mejores galas, había descansado y se encontraba en forma y eufórico mientras se acercaba la fecha. iba tachando los días en el calendario imaginando cada una de las maravillas que le depararía. incluso cuando la gente se cruzaba con él por la calle, le preguntaban si estaba enamorado a lo que él siempre contestaba sonriendo: "aún no, pero pronto".
   el día establecido no podía estarse quieto mientras se acercaba la hora. daba vueltas por la habitación pensando en los viajes, en las caricias, en las miradas que le esperaban a partir de ahora. incluso podía sentir el tacto de aquella piel, esos labios sabrosos. pero cuando se dio cuenta, la noche se le había echado encima y las ensoñaciones se habían convertido en recuerdos.

viernes, 25 de septiembre de 2015

el hombre que siempre escribía historias tristes

   siempre se sentaba frente a una hoja en blanco cuando estaba feliz. los personajes bullían en su cabeza dispuestos a vivir las aventuras más apasionantes jamás soñadas, preparados a salvar el mundo y rescatar a damiselas en apuros. para crear la atmósfera adecuada siempre escribía en días soleados, se preparaba un sabroso café y dejaba que sus hijos jugaran alrededor suya. sus risas eran la banda sonora perfecta.
   sus héroes eran tremendamente fuertes y luchaban con una fuerza y una valentía dignas de las mejores novelas de aventuras, sobrevivían a situaciones que ningún humano podría sobrevivir. se enfrentaban a monstruos de varias cabezas, a asesinos despiadados y vivían amores turbulentos y llenos de dificultades. tenían todas las cualidades necesarias para vencer cualquier adversidad.
   eran incluso capaces de sobrevivirse a sí mismos. pero mientras la historia se desarrollaba sus personajes se iban encontrando con dificultades imprevistas: enemigos demasiado peligrosos, trampas escondidas en lugares inimaginables y sentimientos demasiado complicados para sobrevivir a ellos.el escritor incluso dudaba si no era su propia tristeza la que impedía a los personajes vencer a sus enemigos.
    de tal manera que al final la historia se le escapaba y siempre lloraba escribiendo esos finales en los que a pesar del esfuerzo y el sacrificio de sus ahora queridos personajes, alguna tragedía acababa truncando sus sueños de grandeza: morían en guerras, perdían los juicios importantes, sus amores terminaban o sus fantasmas los acaban volviendo loco.
   lo que el escritor no sabía, es que, a pesar de la oscuridad de su alma, la historia que estaba escribiendo en ese mismo momento, tenía un final feliz.

martes, 10 de febrero de 2015

el hombre que se derretía

   había cierta sensación incómoda en el calor del sol sobre su cara. podía sentir los enaces de hidrógeno romperse, frágiles uniones. el estado cristalizado del agua, pasando a un estado más caótico. se estaba derritiendo.
   mientras buscaba un poco de sombra asumía que era el momento de viajar de nuevo. buscar un lugar más frío para pasar la temporada cálida que los primeros síntomas primaverales anunciaban. lo que más pereza le daba era hacer las maletas, lo que evitaría serían las despedidas.
   ser un hombre de hielo tenía sus complicaciones. era difícil establecerse cuando demasiado calor te derretía y demasiado frío te endurecía impidiendo tus movimientos. por eso él buscaba vidas de temporada. los vínculos que establecía eran igual de fríos que su piel porque sabía que no durarían más de lo que durara en llegar el cambio estacional. cuando se establecía en zonas de frío había encontrado a otros hombres de hielo que no entendían su vida nómada y que le trataban con la misma frialdad que su sangre.
   la gota que caía por su cara habría sido confundida por cualquiera que se cruzara con él por una lágrima, pero él sabía que sólo era un poco de hielo derretido que acabaría recristalizando en cualquier otra parte de su cuerpo cuando el calor pasara.