jueves, 30 de mayo de 2013

arena de playa

   todas las sensaciones estaban como amplificadas. el sonido de las olas al romper, la brisa en la cara. podía sentir cada grano que tocaba la piel de sus pies. las piernas sumergidas a media altura en el agua, helada en esa época del año, le dolían. la playa siempre le había conectado de un modo especial a la realidad alterando sus sentidos a un nivel que rozaba la hiperconsciencia. era un lugar de encuentros y desencuentros. ahora necesitaba que su cerebro se dedicara a regodearse en cada una de estas experiencias sensoriales y así dejar de pensar en lo que había hecho.
   no se había quedado a comprobar el pulso pero aquel cadáver parecía bastante muerto. aún podía sentir la sangre latiéndole en la sien, la adrenalina le había puesto el corazón a latir desbocadamente. le temblaban las manos. tenía que decidir cómo iba a arreglar aquel destrozo. las consecuencias iban a ser dolorosas y aunque trataba evitar pensar en ellas sabía que su vida también estaba en juego. no lograba entender por qué lo había hecho, si en el fondo le quería aunque había tardado tiempo en darse cuenta. y ahora...
   ahora sólo quedaba un cadáver. o al menos sentía tanto frio en el corazón como si algo se hubiera muerto. se fue y lo dejó llorando tras decirle que aquel estado de dualidad en el que llevaban años trabajando había acabado. que los planes hechos y por hacer quedaban paralizados de manera indefinida, que los contratos verbales y escritos perdían su vigencia en ese mismo segundo. y por más veces que él le preguntaba razones sólo era capaz de balbucear frases hechas, tópicas y típicas. y es que no podía explicarle algo que ni él mismo entendía. simplemente un día dejó de sentir y ese mismo día empezó a quererlo. lo conocía tan profundamente y era tan esencial en su vida que empezó a quererlo en lugar de sentirlo
   y un día cualquiera, sin ninguna razón aparente, sin que nada cambiara en sus cotidianas rutinas, cuando ya se había acomodado en ese sentimiento racional transformado, cometió el crimen. y aquel día era este mismo día. un día infinito sin tiempo ni cambios. sospechaba que a esas horas, fueran las que fuesen alguien habría descubierto el cadáver e intentaba reanimarlo inútilmente.
   su confusión era completa. confundía el frio con el sonido del agua, el remordimiento con el cansancio, la tristeza con el alivio de saber que aquella vida ya no dependía de él. mientras sus funciones vitales se relajaban en su memoria empezaban a distorsionarse los recuerdos hasta el punto de hacerle dudar de que realmente aquel horrible crimen había ocurrido y no era únicamente una mala pesadilla. el pasado también se mezclaba confundiendo lo bueno y lo malo desmontando todos sus razonamientos que se licuaban como el metal que, aunque de apariencia indeformable, acaba fundido a la temperatura adecuada.
   el frio era cada vez más intenso. demasiado intenso. de repente bajó la mirada y comprobó que sus piernas se habían convertido en arena y su corazón había dejado de latir. sólo le quedaba un pequeño hilo de consciencia, apenas unos segundos de humanidad.
   durante varios días, si paseabas por aquella playa podías ver una montaña de arena que de lejos recordaba a una figura humana, hasta que una brisa de aire ligeramente más fuerte la deshizo.