había cierta
sensación incómoda en el calor del sol sobre su cara. podía sentir los enaces de hidrógeno romperse, frágiles uniones. el estado cristalizado del agua, pasando a un estado más caótico. se
estaba derritiendo.
mientras buscaba un poco de sombra asumía que era el momento
de viajar de nuevo. buscar un lugar más frío para pasar la temporada cálida que
los primeros síntomas primaverales anunciaban. lo que más pereza le daba era
hacer las maletas, lo que evitaría serían las despedidas.
ser un hombre
de hielo tenía sus complicaciones. era difícil establecerse cuando demasiado
calor te derretía y demasiado frío te endurecía impidiendo tus movimientos. por eso él buscaba vidas de
temporada. los vínculos que establecía eran igual de fríos que su piel porque
sabía que no durarían más de lo que durara en llegar el cambio estacional. cuando se establecía en zonas de frío había encontrado a otros hombres de hielo
que no entendían su vida nómada y que le trataban con la misma frialdad que su
sangre.
la gota que
caía por su cara habría sido confundida por cualquiera que se cruzara con él por
una lágrima, pero él sabía que sólo era un poco de hielo derretido que acabaría
recristalizando en cualquier otra parte de su cuerpo cuando el calor
pasara.