si algo le había enseñado este tiempo de terapia era que todo el dolor que soportaba a diario era
producto de su propia mente. como si de un espejo se tratara, trataba a la
propia vida como un reflejo de sus debilidades, heridas y sufrimientos
proyectándolas hacia sí mismo a través de un retorcido mecanismo de
autodestrucción. como un jodido laberinto de espejos que reflejaran desde todos
los ángulos posibles y un número infinito de veces todo el dolor que había ido acumulando en años
de silencio y soledad. no tenía más visión que la suya propia pero ni siquiera
la reconocía distorsionada en espejos deformes que había creado para hacer de
otros sus propias ideas.
era tan elaborado que no había sido capaz de encontrar nada más
puro y auténtico en su vida que eso que sentía en lo más profundo de su corazón
y que, por mucho que estuviera aprendiendo a ver que aquello era devastador y
una gran mentira, el poder y la pureza de ese sentimiento le hacía imposible
deprenderse de él.
poco a poco intentaba utilizar ese mismo mecanismo en su
propio beneficio. intentaba proyectar en ese complejo entramado de espejos los
sentimientos positivos de forma que una vez reflejados repetidas veces,
distorsionados en diferentes formas azarosas; al verlos de nuevo frente a él
tuvieran el efecto de desvanecer aquella nube oscura.
pero no estaba funcionando. siempre que se miraba en el
espejo, la imagen que percibía estaba cubierta de la misma soledad de siempre. como un niño perdido en un laberinto de espejos.