miércoles, 10 de agosto de 2011

novelas vacías

   siempre que la inspiración se volvía perezosa, la drogaba a base de cafeína, en la misma mesa del mismo bar, donde esparcía sus bocetos avergonzado de admitir que nada salía de su densa y perezosa cabeza. los que le conocían, creían que escribía entre tanto desorden y los que no, simplemente miraban curioso. siempre, en sus momentos de sequía, ocultaba bajo las hojas un pequeño trozo en blanco de papel, por si alguna extraña idea venía a su cabeza, que en ese momento no podría hilar, que pudiera ser el germen de algo más, plantada en una tierra más fértil. pero aquella inesperadamente calurosa tarde de marzo, apenas era capaz de mantener la atención en el libro que intentaba usar como referencia.
   odiaba el comienzo de la primavera, cuando la temperatura aún pedía abrigo, pero sus ganas de calor, le pedían ropas más ligeras y bebidas refrescantes. estaba intentando decidirse a verter la taza de café negro sobre el vaso de hielo cuando alguien llamó su atención. fue una aparición. un sudor frío le recorrió la nuca, y tuvo que agarrarse a la mesa para no perder el equilibrio. tuvo que mirar a su alrededor, oír las conversaciones ajenas y oler la mezcla de café y dulces que caracterizaban al Café de Media Tarde; para asegurarse de que no estaba soñando. ahí estaba en la barra, pidiendo posiblemente el café cortado y el vaso de güisqui que siempre pedía. empezó a observar sus gestos, iguales a como él los había descrito, la ropa, de estilo informal y casi podría decirse despreocupado, pero elegante, siempre elegante. asomaba del bolsillo de su cazadora un paquete de tabaco de liar, y reposaba en su oreja un cigarro preparado, reposando como le gustaba decir.
   era la primera vez que se encontraba con el protagonista de uno de sus libros, y daba la casualidad de que era el que reposaba, aún sin terminar encima de la mesa. sintió cierto pudor, como si lo que reposara en la mesa fueran fotos íntimas de algún affair. tenía que aprovechar la ocasión para observarlo detenidamente, analizarlo en los detalles que le quedaban perfilar. incluso podría seguirlo, ver como era su vida, la vida que él mismo le había creado y como se desenvolvía en ella, para posteriormente ajustarla.
  su mirada buscaba algo en el fondo del café, y por un momento creyó que lo había reconocido. pero saludó a alguien y se sentó a compartir mesa con una hermosa mujer de pelo rubio rizado a la que no había prestado atención hasta ese momento. posiblemente uno de sus contactos, andaría sumergido en alguna investigación, el encuentro fue tenso y breve y la mujer sin despojarse de sus gafas de sol en ningún momento, abandonó apresuradamente el café dejando sobre la mesa un libro, entre el que se veía una nota de papel manuscrita. su nombre era julio, aunque casi todo el mundo lo llamaba "negro", en referencia a su peculiarmente blanca piel. ahora que lo recordaba, negro nunca había ido al Café de Media Tarde.
   algo empezó a preocuparle, y un  extraño nerviosismo se apoderó de su habitual calma, la presencia de su personaje en el café empezaba a incomodarle, se sentía amenazado. recogió sus papeles, pagó la cuenta y se disponía a salir, pero una extraña atracción le hizo retroceder. se dirigió a la mesa y golpeó suavemente el hombro de negro, tenía que romper la tensión que se había creado entre ficción y realidad, la eterna lucha entre escritor y personaje. cuando se giró, no supo que decir, la mirada de aquel hombre era demasiado intimidatoria.
   - disculpe, ¿es consciente de que usted es sólo un personaje de una novela?
   - lo sé, y usted no es más que el escritor.

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