jueves, 23 de octubre de 2014

el hombre que no habitaba en ningún plano de la realidad

   la realidad era mucho más flexible de lo que la ciencia había conseguido entender y por supuesto explicar. consistía en diferentes planos paralelos en los cuales espacio y tiempo quedaban modificados según los concretos acontecimientos que ocurrieran en cada uno de ellos. lo que él aún no había conseguido comprender era si esos planos eran reales o simplemente abstracciones psicológicas producidas por su mente. lo que si tenía claro es que aquellos planos influían en su vida y que aunque tenía la capacidad de desplazarse entre planos, no la capacidad de controlar esos desplazamientos.
    el momento más desconcertante del día era al despertar porque nunca solía despertar dos veces en el mismo plano de la realidad y le costaba un tiempo adaptarse al que la mañana le ofrecía. mientras se preparaba el café adivinó que iba a ser un complicado día, en su ya de por sí compleja vida por los desplazamientos entre planos. los botellines de cerveza vacíos y el cenicero lleno de colillas le anunciaban que en ese plano su yo iba a tener una jodida resaca. jodida especialmente porque se había saltado la parte buena de la resaca, la fiesta. la noche anterior había ocurrido en otro plano, donde había pasado un rato bastante agradable pero no había desfasado tanto como para ese dolor de cabeza. un par de ibuprofenos y a seguir con el día.
   la mañana de trabajo fue menos dura de lo que la primera impresión le hizo pensar, pero cuando salió de trabajar el dolor de cabeza volvía, le dolían las piernas y apenas podía pensar con claridad. normalmente esos estados físicos o mentales extremos eran los que le hacían viajar entre planos por lo que se preparaba para cambiar en cualquier momento. mientras esperaba el metro y se centraba en tolerar el perjudicado estado de su cuerpo, alguien llamó su atención. estaba en el mismo andén que él, sentado en un banco, con los auriculares puestos y estuvo observándolo un rato. era destacablemente guapo, pero era otra cosa lo que llamaba su atención.
    comprobó en que plano se encontraba y no pudo creer su suerte. apenas tocaba ese plano, pero hoy y justo ahora, acababa de entrar en ese plano en el que controlaba toda la inmensidad de su mente, ese plano en el que los fantasmas dormían y descansaba de luchar contra ellos para dedicarse a saborear los estímulos que la vida exterior le proporcionaba. aprovechó su suerte y se acercó al atractivo joven, forzando la conversación a partir de un folleto sobre una exposición que sobresalía de su mochila. gracias a que habitaba en el plano adecuado, la conversación fue fluyendo de un tema a otro, hasta que decidieron tomarse unas cañas. supo enseguida que iba a enamorarse y lo supo por las pocas veces que le ocurría. pasaron la noche juntos, rieron hasta las lágrimas hicieron el amor y planes para el resto del fin de semana. la conexión era total. cuerpos y mentes sincronizadas como si se conocieran de toda la vida.  largaron la noche hasta que el cansancio pudo más que sus ganas.
   lo primero que hizo al despertarse fue comprobar que su cuerpo seguía ahí y una vez comprobado intentó comprobar en qué plano se encontraba. todo parecía normal mientras le besaba y le daba los buenos días. desayunaron tranquila y plácidamente, tostadas y besos, café y caricias. se iba a casa, pero habían quedado luego para seguir alargando el día. y fue al despedirse cuando empezó a notar que se desplazaba de plano incluso aunque trató de luchar porque no fuera así. se vio girar sobre sí mismo, contempló la escena desde fuera, ese abrazo perfecto de calor y fuerza.
   después de ese día se sucedieron más. se vieron más veces, bebieron, hablaron, hicieron el amor y planearon vidas compartiendo sábanas. pero nunca fue capaz de volver a encontrarse con él en aquel bendito plano de la realidad en el que todo era tan fácil.