miércoles, 30 de noviembre de 2011

rojo sangre

   el golpe fue mortal. sentía que su cara se había partido en dos, y empezaba a sentir la cálida sensación de la sangre resbalando por su cuello. se sabía muerto, pero no entendía como había acabado así lo que había empezado como una simple noche de jueves. en un extraño y paradójico gesto de rutina, lo primero en lo que pensó fue en que no podría ir a trabajar al día siguiente, después perdió la consciencia.
   el día había transcurrido con normalidad, aburrido incluso. lo más interesante había sido la visita de paula en la comida, inesperada. estaban en un gran momento, y al contrario que a sus amigos, planificar la boda les estaba uniendo, estaban disfrutando de planificar su boda ficticia pero perfecta, sin fallos ni errores con las flores o el fotógrafo. estuvieron eligiendo tarjeta de invitación, y lloraban de la risa imaginando los mensajes que enviarían a algunos amigos y familiares. después había tenido que echar un par de horas extras en la oficina, unas cervezas con los compañeros, una llamada a paula para decirle que llegaría tarde, y las cervezas se alargaron en más alcohol.
   fue en el camino de vuelta a casa cuando todo se torció. había perdido el último metro, y no quería coger el coche borracho. pensaba dejarlo en el trabajo y recogerlo al día siguiente. esperaba el autobús cuando aquella extraña de pelo dorado le pidió fuego. se apoyó sobre el cristal de la marquesina y la luz de la farola se reflejaba en los labios extremadamente rojos, que no parecían pintados sino su color original. se había atontado observándola y no se notó de la aparición de aquellos dos extraños hombres, ni pudo reaccionar ante la barra metálica que le destrozó la mandíbula.
   siempre tenía esas ensoñaciones cuando bebía, proyectaba personajes con los que interactuaba hasta el punto de despertar las miradas suspicaces de los seres de carne y hueso que le rodeaban. sus personajes, como en una novela de la que fuera escritor hacían lo que les ordenaba, pero a veces, algunos actuaban según el libre albedrío y tenía que improvisar la historia. hizo que uno de los extraños hombres a los que no podía describir porque no había visto le tomara el pulso. sigue con vida. llevémoslo a casa antes de que paula se preocupe.
   le encantaba mezclar a sus personajes y su vida real, a veces incluso los utilizaba para que hicieran las tareas más pesadas. como aquella vez que consiguió que el felipe ii que había creado para una ensoñación histórica acabara poniendo la lavadora. o las repetidas veces en las que había acabado una discusión con un tiroteo, o una redada de la policía. ahora tenía que acabar la ensoñación, o dominarla.
   la espectacular rubia apoyó el afilado tacón sobre su pecho y le impedía moverse o ser movido. las cosas se ponían feas. empezaba a dudar que pudiera controlar la situación. ya alguna vez antes había creido perder el control, y había tenido que recurrir a su mejor retórica. pero esta vez la sensación era más intensa, como si el golpe realmente lo hubiera dejado fuera de juego. pero mientras siguiera consciente era buena señal. intentó llevarse la mano al bolsillo de la chaqueta y se asustó al no encontrar lo que buscaba. en un segundo intento, por fin lo tocó, al fondo, totalmente enganchado en las esquinas del bolsillo. tiró del boli, ya solo necesitaba la hoja en blanco que guardaba en el otro bolsillo. comenzó a escribir. los personajes volvieron a donde debían estar, los encerró en su carcel de papel y tinta, y el cogió el autobús de vuelta a casa.

domingo, 27 de noviembre de 2011

el saloncito

   el número de personas era demasiado alto para el tamaño del salón, pero la ocasión merecía estar algo apretados. era el cumpleaños de un amigo de... realmente no recordaba quien era el dueño del salón, ni conocía a los presentes. sólo a julio, que lo había arrastrado a aquella fiesta y había desaparecido tras los dos pechos, razón de que estuvieran allí.
   llevaba un rato refugiado tras una copa de ron, cargada y con mucho limón, como le gustaba. prefería estar de pie, pero empezaban a pesarle las piernas. si se sentaba, se sentía inseguro, y la situación ya era suficientemente hostil. no hacía más que pensar en la película del videoclub que descansaba encima de su dvd. de repente alguien llamó su atención. le resultaba familiar, pero no conseguía reconocerlo. aprovechó su anonimato e invisibilidad habituales para observarlo.
   se trataba de alguien muy popular, quizá incluso famoso. todo el mundo lo saludaba cuando pasaba por su lado, y podía ver como algunos grupos, cuchicheaban mirando en su dirección. él sin embargo, también se refugiaba, evitaba la tensión que descansaba sobre él con la persona sentada a su lado. no parecían pareja. era un chica preciosa, y con mucha experiencia en acaparar la atención. la complicidad entre ellos era impresionante, las miradas que apenas duraban décimas de segundo, leves roces en zonas de seguridad, una mano en la pierna, un brazo sobre los hombros. funcionaban como una maquinaria bien engrasada.
   de repente identificó al anfitrión, traía bebidas de la cocina, y le sonaba la cara. se esforzaba en complacer a los invitados, le importaba lo que pensaban de él. era un viejo amigo de la infancia de julio, del que sabía más de lo que le gustaba. era una de esas historias sin rostro, personas de las que has oido hablar miles de veces, sus victorias y miserias, pero que apenas has visto en un par de fotos.
   nunca había perdido de vista la funda de guitarra que tanto le aterraba, la que guardaba a "fat man", la guitarra que siempre los había acompañado a julio y a él en sus salidas. y cuando se dio cuenta que había desaparecido de su sitio, quiso ser invisible de verdad. reculó hasta que se encontró con la pared, y los primeros acordes y la voz de su amigo hicieron que se le atragantara la copa. suerte que las botellas estaban a su derecha, y pudo recargar. necesitaría alcohol para tragarse la vergüenza ajena, que le despertaba los ataques de artista de su amigo.
   se hizo silencio, todo el mundo preparado para oir el grandioso concierto. comenzó el juego de miradas. el ligeramente popular desconocido y el anfitrión intercambiaban miradas de complicidad, o se conocían o querían conocerse. un extraño chico, que parecía totalmente fuera de lugar, intentaba seducir a la chica más facilona de la fiesta, y ella, coqueteaba con alguien al otro extremo. las canciones creaban una atmosfera que casi podía olerse. los presentes desplegaban sus encantos y sus defectos. utilizaban la música, y la dispersión de la atención; se refugiaban en lo que dominaban, o se adentraban en patrones sociales que le eran ajenos; algunos daban pasos que sólo se atrevían a dar porque el alcohol recorría su sangre, o quizá era simple sugestión.
   ese era el momento, la señal. todos permanecían ocupados, bien oían la música, bien bebían ausentes, otros aprovechaban para seducir o dejarse sedcuir. tosió para comprobar que efectivamente todo el mundo estaba enganchado, ausente, tan ocupado en cumplir su papel que casi habían perdido la consciencia. entonces gritó, sólo buscaba alguien que desviara la mirada y lo observara, que le dijera que se callase, alguien que se sobresaltara. pero nada ocurrió. entonces recogió su abrigo de la habitación principal y huyó.