sábado, 13 de agosto de 2011

un año sin verano

   tenía miedo y tirataba de frío, o tirataba de miedo y tenía frío. la calle estaba desierta y el autobús no llegaba. era la tercer mes de febrero de aquel año sin verano y pronto llegaría un noviembre especialmente duro, con temperaturas más bajas de lo habitual, nevadas y fuertes tormentas. podía sentir el hielo cristalizando en sus huesos. el autobús se retrasaba, pero esperaba llegar a tiempo al aeropuerto. ni el abrigo ni la bufanda eran capaces de aplacar un frío que parecía venirle de dentro. el miedo sin embargo no sabía de donde le venía.
   al llegar al aeropuerto estuvo a punto de caer al suelo al comprobar que todos los vuelos hacía países cálidos habían sido cancelados de nuevo. no había vuelto a haber ninguno desde la "gran migración" y no llegaba ninguna noticia desde aquellos países, que se suponían sobrepoblados. se empezabana a oír comentarios de que quizás estuvieran desiertos. las mafías empezaban a flotar barcos, con abusivos precios y de los que nadie sabía si llegaban a su destino; controlaban las grandes industrias de calefacción y ropa de abrigo.
   ya no sabía como controlar su frío, apenas tenía dinero desde que su empresa de helados quebró tras la primera gran helada; y tampoco sabía como controlar el miedo. lo único que le quedaba era vagar de vez en cuando como un loco al aeropuerto, con la esperanza de que algún día pudiera gastar los pocos ahorros que le quedaban en un billete hacia la felicidad.
   los meteorólogos y científicos no eran capaces de explicar la ausencia de meses cálidos, y la proliferación de borrascas que se formaban repentinamnete, unas tras otras, encadenadas en una deseperante monotonía. había tomado medicación para su irracional tendencia al miedo, pero los mñedicos no había conseguido aplacarla. apenas cuando dormía, completamente cubierto, conseguía que el frío y el miedo bajaran su intensidad durante unas horas.
   en su camino de vuelta, tras otra infructuosa visita al aeropuerto, algo llamó su atención. un extraño calor salía de una puerta. al principio no reconocío lo que era, pero finalmente recordó aquella hermosa sensación, y consiguió vencer su miedo y acercarse. cuando entró en la habitación, la reconoció como suya, pero extraña a la vez. no era la habitación de su casa, era como una mezcla de todas las que habia habitado a lo largo de su vida, llena de recuerdos de todas la etapas y épocas. en el centro, madera y una cerilla. y de repente recordó como se encendía una hoguera, prendió la cerilla y dejó que poco a poco se fueran avivando las llamas más grandes en la madera. cuando el fuego era suficiente se sentó en el suelo. todo lo que había allí lo había construido él, los recuerdos, la hoguera y desde ese día nunca más volvió a pasar frío, nunca más volvió a pasar miedo.

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