viernes, 7 de noviembre de 2014

el hombre que lamía sus propias heridas

   la sangre salía despacio pero no conseguía secar la herida. se había obsesionado mirándola, tocándola, empujaba los laterales de la pequeña herida de su brazo haciendo salir la sangre de manera más intensa. llevaba un rato revisando antiguas heridas repartidas por su cuerpo, intentando convencerse de que esas antiguas heridas ahora sólo eran cicatrices y que por lo tanto la que sangraba pronto lo sería también.
   de repente el teléfono le asustó. la llamada que tanto llevaba esperando por fin llegaba pero temblaba mientras contestaba. descolgó sin pronunciar ni una sola palabra, escuchó el mensaje que le transmitían desde el otro lado de la línea y colgó. la calle parecía más larga que nunca, el aire pesado, la gente insoportable. su objetivo quedaba muy lejano. cada paso le costaba como si los pies le pesaran toneladas y podía notar el sudor caerle por la espalda. la mano aferrada a la pistola en el bolsillo de su abrigo como si soltarla puediera hacerle caer.
   por más veces que intentaba averiguar cómo había acabado convirtiéndose en un asesino a sueldo, no era capaz de llegar a una conclusión lógica. tenía todo lo necesario para llevar una vida normal. había estudiado una carrera y había tenido el apoyo de su familia, incluso había trabajado unos meses en uno de los bufetes de abogados más prestigioso de Madrid. fue precisamente allí donde conoció a su contacto y fue precisamente allí donde empezó a autolesionarse. cada vez que llegaba a casa después de trabajar la sensación de hastío le empujaba a hacerse heridas que empezaron siendo pequeños cortes pero que cada vez eran más serias, tanto que acaban infectándose y tardaban en curarse.
   su vida social y familiar fue desapareciendo hasta perder el contacto con todos. dejó el bufete y se dedicó solo a cumplir los trabajos que su contacto, al que sólo había visto una vez en persona, le iba encargando. el sueldo era más que suficiente para vivir.
   a pesar de que los nervios del camino seguían ahí, la culpa hacía tiempo que había desaparecido y ejecutaba sus trabajos como el que iba a la oficina e igual que entonces, cuando volvía a casa, seguía autolesionándose.
   cuando identificó al sujeto no pudo creer lo que estaba viendo. era la primera vez que reconocía a su víctima. tenía que matar a su padre. se acercó a él por la espalda, lo agarró e inmovilizó, lo encañonó, el mismo procedimiento que había seguido siempre. sólo lo modificó en un pequeño detalle. esta vez, antes de apretar el gatillo dijo: "lo siento, padre".
   no sabía si su padre pudo identificar su voz antes de morir pero tampoco le importaba, nada que una profunda herida no pudiera acallar, nada que tras los suficientes lametazos, acabaría convirtiéndose en nada más que una marca en su piel, una de muchas que en un tiempo ni siquiera distinguiría.