lunes, 19 de noviembre de 2012

disturbios (I)

   buscaba su rostro desesperadamente entre la multitud. los disturbios de los últimos días habían dejado las calles desoladas y llenas de pequeños incendios. como esas películas postapocalípticas que tanto le gustaban. esta vez no era ficción y la paliza que la policía le había propinado y que le impedía moverse era una dolorosa prueba de que algo grande estaba pasando. siempre había evitado las broncas, incluso durante su agitada juventud en la que hizo de las protestas casi un modo de vida. fue durante lo que la prensa llamó posteriormente como la Gran Protesta Social cuando conoció por primera vez el amor.
   había perdido la noción del tiempo. podía llevar horas o días en aquel portal de un edificio abandonado del centro de madrid, intentando que el intenso dolor que le recorría todo el cuerpo se calmara un poco. sabía que había perdido la consciencia en repetidos intervalos y que hacía un rato que no se oía nada. eso le aterraba enormemente. creía haberla visto. por unos segundos estaba seguro de que era ella, gritó su nombre e incluso recordaba ver como se giraba para mirarle. lo siguiente fue una ostia que lo tumbó al suelo y que vino aompañada de un repetición de golpes tan intensa que no creía que ningún humano pudiera soportar.
  en algún momento se cansaron de patearle la cabeza o pensaron que estaba muerto. no recordaba si había llegado a aquel lugar seguro por sí mismo o alguien lo había trasladado. su smartphone seguía recibiendo mensajes de propaganda política. todas las comunicaciones habían sido tomadas. notó como alguien se acercaba. no podía verle el rostro oculto bajo la capucha y la braga. le acercó una botella de agua y no contestó a ninguna de las preguntas que a pesar de las punzadas en los pulmones consiguió pronunciar en un tono muy débil pero que retumbaba en aquel antinatural silencio.
   no era capaz de contar el tiempo en aquella situación, sólo las comidas que aquel hombre le servía totalmente en silencio, frías y repugnantes. tras la quinta comida, cuando el hombre se alejaba encontró las fuerzas necesarias para seguirlo casi arrastrándose. apenas era capaz de incorporarse sobre un brazo, el otro totalmente destruido le provacaba dolor con cada pequeño avance de su medio inerte cuerpo. llegó hasta una puerta entornada de la que salía el inconfundible parpadeo de un televisor encendido y el monótono sonido de un informativo. creía que también habían tomado las cadenas de radio y televisión.
   por fin alcanzó el umbral de la puerta, empujó ligeramente la hoja de la puerta y la imagen que ocupaba la pantalla en un gigante primer plano lo dejó sin aliento. reconoció al instante su foto. aquella que tanto odiaba. la de su orla. facultad de filosofía. universidad autónoma de madrid. 2009.