sábado, 6 de mayo de 2017

frase

   una única frase. sólo una. pero no una cualquiera. esa frase contenía todo el significado, no había nada más que añadir. el resto de su libreta permanecía en blanco. ninguna idea nueva de las que llegó después pudo añadir nada a esa frase completa. ni siquiera era suya. era la frase de otro, sacada de alguno de los muchos libros que había leído. no recordaba cual, ni recordaba el autor pero su significado le pesaba tanto que inundaba su vida.
   dieciocho palabras. sólo una letra mayúscula, un punto y coma y un punto final. era todo lo que se necesitaba para contener el significado del mundo, para matar a un pensador. las palabras que componían la frase ni siquiera eran especialmente bonitas, eran palabras normales y corrientes pero juntas cobraban un valor que anulaba a cualquier otra combinación posible de palabras.
   desde que escribió aquella frase en su cuaderno no había sido capaz de elaborar una idea que aportara nada nuevo, que continuara ese pensamiento perfecto y cerrado, ese pensamiento total. aunque había jugado con las palabras y había pensado muchas combinaciones de ellas, ninguna había merecido ser escrita a continuación, ni siquiera en la siguiente página a espaldas de ella y evitando su poder que llegaba de la primera a la última página de aquel cuaderno de ideas que había quedado reducido a un único y fatal pensamiento.
   muchas veces había pensado en borrarla, en arrancar esa página del cuaderno, pero la fase seguiría en su cabeza, seguiría escrita en ese libro en la que la descubrió. no había forma de deshacerse del cadáver. escribir esa frase había supuesto su propia muerte, un suicidio.

jueves, 21 de abril de 2016

impar



   observaba desde un segundo plano como los grupos pares mantenían conversaciones animadas. había grupos de dos, grupos de 4, parejas y demás combinaciones pares de personas. los números siempre cuadraban, incluso los movimientos entre grupos siempre acaban equilibrándose con entradas y salidas casi simultáneas para acabar en un número par de interlocutores.
   él siempre había sido el impar. casi siempre era el uno pero, incluso en las situaciones en las que compartía su tiempo con los demás, sentía que era el elemento que rompía la bella armonía de lo par. si reservaba una mesa en un restaurante, nunca había dicho: “mesa para 4” o “mesa para 10” dudaba de ser capaz de pronunciar el sonido de cualquiera de los números pares.
   mientras observaba a todos aquellos grupos pares incluso pensaba que los números impares no existían simplemente eran un exceso en un grupo par, un apéndice forzado a pertenecer a una armonía par que creaba extrañeza e incomodidad a el propio grupo armónico. era lógico pensar que el elemento que creaba la desarmonía también se sentía extraño en esa situación forzada.
   había intentado buscar otros unos con los que crear grupos pares pero nunca había conseguido ser más que un 1+1. la sensación de ser impar consistía en un desequilibrio para la naturaleza que casi siempre se compensaba restando uno.

domingo, 20 de marzo de 2016

espejo



   si algo le había enseñado este tiempo de terapia era que todo el dolor que soportaba a diario era producto de su propia mente. como si de un espejo se tratara, trataba a la propia vida como un reflejo de sus debilidades, heridas y sufrimientos proyectándolas hacia sí mismo a través de un retorcido mecanismo de autodestrucción. como un jodido laberinto de espejos que reflejaran desde todos los ángulos posibles y un número infinito de veces  todo el dolor que había ido acumulando en años de silencio y soledad. no tenía más visión que la suya propia pero ni siquiera la reconocía distorsionada en espejos deformes que había creado para hacer de otros sus propias ideas.
   era tan elaborado que no había sido capaz de encontrar nada más puro y auténtico en su vida que eso que sentía en lo más profundo de su corazón y que, por mucho que estuviera aprendiendo a ver que aquello era devastador y una gran mentira, el poder y la pureza de ese sentimiento le hacía imposible deprenderse de él.
   poco a poco intentaba utilizar ese mismo mecanismo en su propio beneficio. intentaba proyectar en ese complejo entramado de espejos los sentimientos positivos de forma que una vez reflejados repetidas veces, distorsionados en diferentes formas azarosas; al verlos de nuevo frente a él tuvieran el efecto de desvanecer aquella nube oscura.
   pero no estaba funcionando. siempre que se miraba en el espejo, la imagen que percibía estaba cubierta de la misma soledad de siempre. como un niño perdido en un laberinto de espejos.

lunes, 28 de septiembre de 2015

el hombre que nació en el momento equivocado

   su madre llegó tarde al parto. cuando entraba al paritorio acostada en la camilla él ya había nacido. los gritos y esfuerzos posterios fueron totalmente prescindibles. incluso aquella criatura que apenas lloró al salir al mundo, también era prescindible. porque al igual que se anticipó a su propio nacimiento, al igual que el resto de su vida siempre vivió los acontecimientos de su vida fuera de tiempo, también llevaba toda su vida fuera de su cuerpo, llegando a coincidir en el mismo lugar apenas una semana en 45 años de vida.
   a veces llegaba antes, como aquella vez que terminó sus estudios universitarios en el segundo curso. o aquella otra en la que estuvo esperando 10 meses y 13 días a que los invitados a su fiesta de cumpleaños aparecieran, con el gorro en la cabeza y el matasuegras en la boca, la tarta estaba incomible cuando todo el mundo apareció.
   en cambio otras veces llegaba tarde. como el día en que repartieron los veranos o el día que empezaba su primera clase de piano, para la que aún corría con la libreta en la mano mirando el reloj intentado que ese retraso no durara toda la vida.
   para el amor también llegó tarde. llevaba mucho tiempo preparándose para él. se había arreglado con sus mejores galas, había descansado y se encontraba en forma y eufórico mientras se acercaba la fecha. iba tachando los días en el calendario imaginando cada una de las maravillas que le depararía. incluso cuando la gente se cruzaba con él por la calle, le preguntaban si estaba enamorado a lo que él siempre contestaba sonriendo: "aún no, pero pronto".
   el día establecido no podía estarse quieto mientras se acercaba la hora. daba vueltas por la habitación pensando en los viajes, en las caricias, en las miradas que le esperaban a partir de ahora. incluso podía sentir el tacto de aquella piel, esos labios sabrosos. pero cuando se dio cuenta, la noche se le había echado encima y las ensoñaciones se habían convertido en recuerdos.

viernes, 25 de septiembre de 2015

el hombre que siempre escribía historias tristes

   siempre se sentaba frente a una hoja en blanco cuando estaba feliz. los personajes bullían en su cabeza dispuestos a vivir las aventuras más apasionantes jamás soñadas, preparados a salvar el mundo y rescatar a damiselas en apuros. para crear la atmósfera adecuada siempre escribía en días soleados, se preparaba un sabroso café y dejaba que sus hijos jugaran alrededor suya. sus risas eran la banda sonora perfecta.
   sus héroes eran tremendamente fuertes y luchaban con una fuerza y una valentía dignas de las mejores novelas de aventuras, sobrevivían a situaciones que ningún humano podría sobrevivir. se enfrentaban a monstruos de varias cabezas, a asesinos despiadados y vivían amores turbulentos y llenos de dificultades. tenían todas las cualidades necesarias para vencer cualquier adversidad.
   eran incluso capaces de sobrevivirse a sí mismos. pero mientras la historia se desarrollaba sus personajes se iban encontrando con dificultades imprevistas: enemigos demasiado peligrosos, trampas escondidas en lugares inimaginables y sentimientos demasiado complicados para sobrevivir a ellos.el escritor incluso dudaba si no era su propia tristeza la que impedía a los personajes vencer a sus enemigos.
    de tal manera que al final la historia se le escapaba y siempre lloraba escribiendo esos finales en los que a pesar del esfuerzo y el sacrificio de sus ahora queridos personajes, alguna tragedía acababa truncando sus sueños de grandeza: morían en guerras, perdían los juicios importantes, sus amores terminaban o sus fantasmas los acaban volviendo loco.
   lo que el escritor no sabía, es que, a pesar de la oscuridad de su alma, la historia que estaba escribiendo en ese mismo momento, tenía un final feliz.

martes, 10 de febrero de 2015

el hombre que se derretía

   había cierta sensación incómoda en el calor del sol sobre su cara. podía sentir los enaces de hidrógeno romperse, frágiles uniones. el estado cristalizado del agua, pasando a un estado más caótico. se estaba derritiendo.
   mientras buscaba un poco de sombra asumía que era el momento de viajar de nuevo. buscar un lugar más frío para pasar la temporada cálida que los primeros síntomas primaverales anunciaban. lo que más pereza le daba era hacer las maletas, lo que evitaría serían las despedidas.
   ser un hombre de hielo tenía sus complicaciones. era difícil establecerse cuando demasiado calor te derretía y demasiado frío te endurecía impidiendo tus movimientos. por eso él buscaba vidas de temporada. los vínculos que establecía eran igual de fríos que su piel porque sabía que no durarían más de lo que durara en llegar el cambio estacional. cuando se establecía en zonas de frío había encontrado a otros hombres de hielo que no entendían su vida nómada y que le trataban con la misma frialdad que su sangre.
   la gota que caía por su cara habría sido confundida por cualquiera que se cruzara con él por una lágrima, pero él sabía que sólo era un poco de hielo derretido que acabaría recristalizando en cualquier otra parte de su cuerpo cuando el calor pasara.

viernes, 7 de noviembre de 2014

el hombre que lamía sus propias heridas

   la sangre salía despacio pero no conseguía secar la herida. se había obsesionado mirándola, tocándola, empujaba los laterales de la pequeña herida de su brazo haciendo salir la sangre de manera más intensa. llevaba un rato revisando antiguas heridas repartidas por su cuerpo, intentando convencerse de que esas antiguas heridas ahora sólo eran cicatrices y que por lo tanto la que sangraba pronto lo sería también.
   de repente el teléfono le asustó. la llamada que tanto llevaba esperando por fin llegaba pero temblaba mientras contestaba. descolgó sin pronunciar ni una sola palabra, escuchó el mensaje que le transmitían desde el otro lado de la línea y colgó. la calle parecía más larga que nunca, el aire pesado, la gente insoportable. su objetivo quedaba muy lejano. cada paso le costaba como si los pies le pesaran toneladas y podía notar el sudor caerle por la espalda. la mano aferrada a la pistola en el bolsillo de su abrigo como si soltarla puediera hacerle caer.
   por más veces que intentaba averiguar cómo había acabado convirtiéndose en un asesino a sueldo, no era capaz de llegar a una conclusión lógica. tenía todo lo necesario para llevar una vida normal. había estudiado una carrera y había tenido el apoyo de su familia, incluso había trabajado unos meses en uno de los bufetes de abogados más prestigioso de Madrid. fue precisamente allí donde conoció a su contacto y fue precisamente allí donde empezó a autolesionarse. cada vez que llegaba a casa después de trabajar la sensación de hastío le empujaba a hacerse heridas que empezaron siendo pequeños cortes pero que cada vez eran más serias, tanto que acaban infectándose y tardaban en curarse.
   su vida social y familiar fue desapareciendo hasta perder el contacto con todos. dejó el bufete y se dedicó solo a cumplir los trabajos que su contacto, al que sólo había visto una vez en persona, le iba encargando. el sueldo era más que suficiente para vivir.
   a pesar de que los nervios del camino seguían ahí, la culpa hacía tiempo que había desaparecido y ejecutaba sus trabajos como el que iba a la oficina e igual que entonces, cuando volvía a casa, seguía autolesionándose.
   cuando identificó al sujeto no pudo creer lo que estaba viendo. era la primera vez que reconocía a su víctima. tenía que matar a su padre. se acercó a él por la espalda, lo agarró e inmovilizó, lo encañonó, el mismo procedimiento que había seguido siempre. sólo lo modificó en un pequeño detalle. esta vez, antes de apretar el gatillo dijo: "lo siento, padre".
   no sabía si su padre pudo identificar su voz antes de morir pero tampoco le importaba, nada que una profunda herida no pudiera acallar, nada que tras los suficientes lametazos, acabaría convirtiéndose en nada más que una marca en su piel, una de muchas que en un tiempo ni siquiera distinguiría.