domingo, 11 de marzo de 2012

once de marzo de dos mil doce

   de ella sólo sabía su canción y su libro favoritos. y que se llamaba musa. lo que no sabía era que lo que está escrito en papel, nunca sucede. era incapaz de recordar y contabilizar las horas que había pasado en algún centro comercial del pais, esperando que alguien comprara la caverna de  las ideas; o la de tiendas de discos de ocasión que espiaba a la espera de verla salir con el vinilo de space oddity entre las manos.
   había olvidado casi todo. no recordaba si la había soñado o era la cajera del supermercado; ni el color de su pelo, la profundidad de su mirada o el perfume que usaba. los peores días, estaba seguro de que no existía, los mejores la veía en cada cara que se cruzaba. no era consciente de que los días pasaban por su vida, sin penas ni alegrías, monótonos y grises, sin poder pensar en otra cosa. no escuchaba las conversaciones preocupadas de sus familiares y amigos. utilizaba las facturas impagadas para esbozar y dibujar caras. comía por instinto y apenas era capaz de sobrevivir, atrapado por una obsesión que comenzó el que podía haber sido un día cualquiera.
   las guerras perdieron su gravedad y los días que estaba más despierto, tenía la sensación de que todo estaba descolorido y en tonos grises. el pelo y la barba le cubrían la cara, los dedos se hacían cada vez más delgados.
   empezó a cambiar los garabatos que hacía sobre cualquier papel que encontraba por palabras, que al principio carecían de significado y más tarde, al tiempo que su cuerpo se consumía, se fueron convirtiendo en cartas que mandaba a direcciones inventadas y que eran devueltas por el cartero y acababan apiladas en la entrada de su casa. las fuerzas empezaron a flaquearle y apenas era capaz de sostener el boligrafo, permanecía todo el día en la silla apoyado sobre la mesa y escribiendo cada vez a un ritmo más lento.
   apenas era capaz de terminar una palabra al día, sobre todo cuando se trataban de sustantivos o adjetivos largos y se sentía afortunado si completaba un par de preposiciones o determinantes. en algún momento de su confusa mente, había dejado de escribir cartas y comenzó a escribir su testamento, el que sería la más bella historia jamás escrita y que tardó diez años en escribir. incapaz de terminarlo, sin apenas ya un leve aliento de vida dejó la última palabra a medio escribir, esperando que ella algún día tomara el bolígrafo de su mano y la terminara, sin recordar que lo que está escrito en papel, nunca sucede.