viernes, 7 de noviembre de 2014

el hombre que lamía sus propias heridas

   la sangre salía despacio pero no conseguía secar la herida. se había obsesionado mirándola, tocándola, empujaba los laterales de la pequeña herida de su brazo haciendo salir la sangre de manera más intensa. llevaba un rato revisando antiguas heridas repartidas por su cuerpo, intentando convencerse de que esas antiguas heridas ahora sólo eran cicatrices y que por lo tanto la que sangraba pronto lo sería también.
   de repente el teléfono le asustó. la llamada que tanto llevaba esperando por fin llegaba pero temblaba mientras contestaba. descolgó sin pronunciar ni una sola palabra, escuchó el mensaje que le transmitían desde el otro lado de la línea y colgó. la calle parecía más larga que nunca, el aire pesado, la gente insoportable. su objetivo quedaba muy lejano. cada paso le costaba como si los pies le pesaran toneladas y podía notar el sudor caerle por la espalda. la mano aferrada a la pistola en el bolsillo de su abrigo como si soltarla puediera hacerle caer.
   por más veces que intentaba averiguar cómo había acabado convirtiéndose en un asesino a sueldo, no era capaz de llegar a una conclusión lógica. tenía todo lo necesario para llevar una vida normal. había estudiado una carrera y había tenido el apoyo de su familia, incluso había trabajado unos meses en uno de los bufetes de abogados más prestigioso de Madrid. fue precisamente allí donde conoció a su contacto y fue precisamente allí donde empezó a autolesionarse. cada vez que llegaba a casa después de trabajar la sensación de hastío le empujaba a hacerse heridas que empezaron siendo pequeños cortes pero que cada vez eran más serias, tanto que acaban infectándose y tardaban en curarse.
   su vida social y familiar fue desapareciendo hasta perder el contacto con todos. dejó el bufete y se dedicó solo a cumplir los trabajos que su contacto, al que sólo había visto una vez en persona, le iba encargando. el sueldo era más que suficiente para vivir.
   a pesar de que los nervios del camino seguían ahí, la culpa hacía tiempo que había desaparecido y ejecutaba sus trabajos como el que iba a la oficina e igual que entonces, cuando volvía a casa, seguía autolesionándose.
   cuando identificó al sujeto no pudo creer lo que estaba viendo. era la primera vez que reconocía a su víctima. tenía que matar a su padre. se acercó a él por la espalda, lo agarró e inmovilizó, lo encañonó, el mismo procedimiento que había seguido siempre. sólo lo modificó en un pequeño detalle. esta vez, antes de apretar el gatillo dijo: "lo siento, padre".
   no sabía si su padre pudo identificar su voz antes de morir pero tampoco le importaba, nada que una profunda herida no pudiera acallar, nada que tras los suficientes lametazos, acabaría convirtiéndose en nada más que una marca en su piel, una de muchas que en un tiempo ni siquiera distinguiría.

jueves, 23 de octubre de 2014

el hombre que no habitaba en ningún plano de la realidad

   la realidad era mucho más flexible de lo que la ciencia había conseguido entender y por supuesto explicar. consistía en diferentes planos paralelos en los cuales espacio y tiempo quedaban modificados según los concretos acontecimientos que ocurrieran en cada uno de ellos. lo que él aún no había conseguido comprender era si esos planos eran reales o simplemente abstracciones psicológicas producidas por su mente. lo que si tenía claro es que aquellos planos influían en su vida y que aunque tenía la capacidad de desplazarse entre planos, no la capacidad de controlar esos desplazamientos.
    el momento más desconcertante del día era al despertar porque nunca solía despertar dos veces en el mismo plano de la realidad y le costaba un tiempo adaptarse al que la mañana le ofrecía. mientras se preparaba el café adivinó que iba a ser un complicado día, en su ya de por sí compleja vida por los desplazamientos entre planos. los botellines de cerveza vacíos y el cenicero lleno de colillas le anunciaban que en ese plano su yo iba a tener una jodida resaca. jodida especialmente porque se había saltado la parte buena de la resaca, la fiesta. la noche anterior había ocurrido en otro plano, donde había pasado un rato bastante agradable pero no había desfasado tanto como para ese dolor de cabeza. un par de ibuprofenos y a seguir con el día.
   la mañana de trabajo fue menos dura de lo que la primera impresión le hizo pensar, pero cuando salió de trabajar el dolor de cabeza volvía, le dolían las piernas y apenas podía pensar con claridad. normalmente esos estados físicos o mentales extremos eran los que le hacían viajar entre planos por lo que se preparaba para cambiar en cualquier momento. mientras esperaba el metro y se centraba en tolerar el perjudicado estado de su cuerpo, alguien llamó su atención. estaba en el mismo andén que él, sentado en un banco, con los auriculares puestos y estuvo observándolo un rato. era destacablemente guapo, pero era otra cosa lo que llamaba su atención.
    comprobó en que plano se encontraba y no pudo creer su suerte. apenas tocaba ese plano, pero hoy y justo ahora, acababa de entrar en ese plano en el que controlaba toda la inmensidad de su mente, ese plano en el que los fantasmas dormían y descansaba de luchar contra ellos para dedicarse a saborear los estímulos que la vida exterior le proporcionaba. aprovechó su suerte y se acercó al atractivo joven, forzando la conversación a partir de un folleto sobre una exposición que sobresalía de su mochila. gracias a que habitaba en el plano adecuado, la conversación fue fluyendo de un tema a otro, hasta que decidieron tomarse unas cañas. supo enseguida que iba a enamorarse y lo supo por las pocas veces que le ocurría. pasaron la noche juntos, rieron hasta las lágrimas hicieron el amor y planes para el resto del fin de semana. la conexión era total. cuerpos y mentes sincronizadas como si se conocieran de toda la vida.  largaron la noche hasta que el cansancio pudo más que sus ganas.
   lo primero que hizo al despertarse fue comprobar que su cuerpo seguía ahí y una vez comprobado intentó comprobar en qué plano se encontraba. todo parecía normal mientras le besaba y le daba los buenos días. desayunaron tranquila y plácidamente, tostadas y besos, café y caricias. se iba a casa, pero habían quedado luego para seguir alargando el día. y fue al despedirse cuando empezó a notar que se desplazaba de plano incluso aunque trató de luchar porque no fuera así. se vio girar sobre sí mismo, contempló la escena desde fuera, ese abrazo perfecto de calor y fuerza.
   después de ese día se sucedieron más. se vieron más veces, bebieron, hablaron, hicieron el amor y planearon vidas compartiendo sábanas. pero nunca fue capaz de volver a encontrarse con él en aquel bendito plano de la realidad en el que todo era tan fácil.

jueves, 18 de septiembre de 2014

el hombre que siempre pintaba con un toque de azul

   la inmensidad de un lienzo a los ojos de un pintor o la de una hoja en blanco a los ojos de un escritor siempre era un arma de doble filo. era la posibilidad infinita de empezar algo nuevo, cualquier cosa; pero también el pánico de no ser capaz de dar una pincelada o escribir una frase completa. por eso pasaban meses desde que acaba un cuadro hasta que reunía el valor suficiente para enfrentarse a un lienzo en blanco. pero llevaba unos días en los que el gusanillo empezaba a hacer su trabajo en las tripas, la necesidad de pintar empezaba a picarle en algún lugar indefinido del interior de su mente y se reflejaba físicamente en un picor más tangible por dentro de su barriga, de esos que no te puedes rascar.
   el protocolo que seguía a la hora de pintar era siempre parecido. primero preparaba el ambiente: la música adecuada al estado anímico que quería plasmar en la obra que tenía como boceto en la mente, abrir las ventanas de su estudio para que la luz natural fuera lo más intensa posible, ajustar la banqueta y el caballete a la posición en la que estuviera cómodo ya que pasaría muchas horas en posturas que luego le daban dolor de espalda y por último grandes dosis de café y tabaco. en segundo lugar preparaba el material: lavaba pinceles, preparaba colores y soluciones, buscaba cualquier material que pensara usar y no tuviera, ya que odiaba tener que interrumpir su trabajo para ir a buscar cualquier cosa. y siempre en último lugar y tras comprobar mil veces que todo lo demás estaba en orden, ponía el lienzo blanco sobre el caballete.
   tras tocar la superficie del lienzo delicadamente, buscando leer con las manos los trazos que posteriormente trazarí el pincel comenzó a jugar con los colores, mezclándolos concienzudamente buscando la tonalidad deseada. la primera pincelada siempre era la más difícil. comenzaría con un color beige, dejando los colores y tonos más intensos para el final. pero algo iba mal.
   de repente, al contacto con el lienzo, la pintura pasó del tono beige claro que había seleccionado con su pincel a un tono de azul que le resultaba muy familiar. intentó varios brochazos y el efecto era el mismo. pasó la punta de los dedos por encima de la zona pintada, intentando descubrir alguna imperfección en el lienzo, pero la pintura se sentía bajo la presión de sus yemas como se había sentido siempre. volvió el lienzo intento buscar alguna filtración desde la parte de atrás que pudiera causar el cambio de color, pero nada. quizás fuera su vista, aunque él veía la pintura perfectamente beige en el pincel. cambió de pincel y de color varias veces, pero el efecto era el mismo. todo se volvía de exactamente el mismo tono de azul, homogéneo. 
   decidió salir del estudio y dejar todo tal y como estaba, necesitaba calmarse. salió a la calle. tras unas horas deambulando, analizando mil posibles explicaciones racionales a lo que acaba de ocurrirle y sin encontrar ni una sola que su mente aceptara como real volvió a casa y fue directo al estudio. la mano le temblaba sobre el picaporte al abrir la puerta. de repente el azul ocupaba la totalidad del lienzo. salía de él. los muebles alrededor del caballete habían adquirido el mismo tono de azul que había salido de su pincel cargado de beige. incluso las paredes de la habitación.
   salió corriendo de la habitación, daba vueltas nervioso inetntando despejar su cabeza pero era incapaz de volver a entrar en el estudio. cuando la oscuridad entró por la ventana intentó dormir. pero aquella noche, sus sueños tuvieron esa misma tonalidad azul.

domingo, 31 de agosto de 2014

el hombre que soñaba despierto

   cualquiera que lo viera sentado en cualquier banco de cualquier ciudad podría apreciar esa mirada perdida en la distancia, esa sensación de que no miraba nada concreto. pero lo cierto es que lo que miraba estaba demasiado lejos y nadie más podía verlo. a parte de su rutinaria vida en la que podías verlo trabajar, hacer la compra y dormir como cualquier persona normal, él pasaba la mayor parte de su vida soñando despierto.
   imaginaba lugares que nunca jamás había visto y que probablemente ni siquiera existieran. a veces le había ocurrido que, realizando cualquiera de sus actividades rutinarias a las que se veía a obligado para poder sobrevivir en el mundo real, había creido ver alguno de esos lugares con los que soñaba habitualmente y se había acercado para verlo con mayor detalles. pero con la perspectiva de la cercanía perdían ese brillo que le otorgaba su imaginación.
   de noche, mientras dormía, sus sueños eran aburridos e incluso perturbadores. soñaba con un aburrido en el trabajo o que iba al supermercado y se olvidaba la cartera teniendo que abandonar la compra en la línea de cajas. pero cuando estaba despierto, sus sueños eran esos sencillos lugares en los que uno se siente bien. a veces, si uno de sus sueños le gustaba mucho, intentaba volver a recrearlo tal y como lo había dejado en su anterior ensoñación.
   había huido tanto de la realidad, que ya ni siquiera podía reconocerla y no se dio cuenta de que aquella historia que se parecía a uno de sus sueños, le había ocurrido en la vida real.

domingo, 13 de julio de 2014

el hombre que escribía cuentos distorsionados

   tenía tantas cosas en la cabeza que hablar no era suficiente para sacarlas todas. si te cruzabas con él por la calle parecía que iba murmurando continuamente. si lo veías en una cafetería, su pluma no dejaba de moverse salvo para darle un sorbo al café. y había días que el café se quedaba frío e intacto en la taza, tal y como lo habían traido. incluso cuando soñaba, esas ideas que rondaban por su cabeza se transformaban en extrañas ensoñaciones con más o menos lógica.
   las ideas salían de su cabeza de una forma confusa. nadie entendía del todo bien lo que decía. sus escritos eran una acumulación de frases inconexas. sólo sus sueños se parecían a los sueños de las personas normales, porque también las personas normales tenían sueños confusos e inconexos. pero la verdad era que no sabía ordenarlas de otra forma.
   primero intentó utilizar frases que escuchaba por ahí para comunicarse. repetía frases construidas por lo demás para intentar comunicar sus ideas, creando unas conversaciones que se asemejaban bastante a las que las personas normales tenían entre sí. así pudo ser capaz de mantener conversaciones en el trabajo, en casa, con sus amigos, en la tienda, en la cola del dentista e incluso consigo mismo. llegó un punto que utilizaba las frases de los demás casi con tanta naturalidad como la de un buen actor interpretando un guión.
   después intentó dar un orden a sus frases escritas. intentó crear historias que tuvieran una introducción, un nudo y un desenlace. unas historias que fueran la vida de seres ficticios creados por su mente en un ejercicio de creatividad y un complejo proceso de estudio y análisis. consigió escribir historias que sonaban normales, con personajes ficticios normales, pero a los que les faltaba alma.
   aquello le creaba una sensación extraña de vacío. como si las historias las pudiera haber escrito cualquier persona normal, pero no él. algo no estaba bien, así que se dedicó a escribir una serie de cuentos distorsionados.
   pero desde luego, lo que nunca alteró ni varió un milímetro, fueron sus sueños.

lunes, 7 de julio de 2014

el hombre que odiaba los lunes

   el sonido del despertador siempre acababa metiéndose en sus sueños. a veces en forma del timbre de la puerta, a veces como una alarma o simplemente como un sonido que poco a poco le iba arrastrando desde lo más profundo del sueño hasta la cruel realidad de otro lunes. el resto de la semana se despertaba antes de que el despertador sonara y durante unos minutos esperaba resignado que llegara el momento de salir de la cama. pero los lunes siempre le pillaban por sorpresa.
   ese contraste tan brusco creaba un efecto bastante indeseado en su organismo. el mal humor solía durarle horas, se difumanaba ligeramente durante el almuerzo y volvía a acompañarle durante toda la tarde. los lunes solían por lo tanto ser un día perdido en el que básicamente luchaba contra su propio mal humor y porque ese mal humor no fuera percibido de manera demasiado evidente por los que le rodeaban. por eso solía quedarse en casa toda la tarde tras volver del trabajo.
   este curioso fenómeno hacía que viviera los martes como casi viernes y el resto de la semana trascurriera de una manera bastante normal, alternando indistintamente momentos de mal y buen humor.
   volvía a casa después de una agradable cena con amigos. le gustaba salir los domimgos por la noche, le hacía sentir que apuraba el fin de semana, pero hoy se le había hecho quizás un poco tarde teniendo en cuenta que debía madrugar al día siguiente. la calle estaba vacía a esas horas de un domingo, pero al girar una esquina, apenas a dos manzanas de su casa, supo que algo no iba bien. escuchó el sonido de dos disparos que le hicieron dar un respingo y se quedó paralizado viendo como aquel hombre de unos 40 años, calvo y lleno de tatuajes se caía despacio al suelo y quedaba allí inmóvil. no había visto al hombre que sostenía la pistola, pero él sí lo vio y empezó a gritarle y acercarse hacía él. estaba totalmente inmóvil, sus músculos no respondían. empezó a oir una alarma de fondo, demasiado apagada y reconocible. supo que estaba soñando y que el despertador acabaría sacándole de esa pesadilla. pero el hombre con la pistola se acercaba a gran velocidad.
   de repente sus músculos se tensaron, todos a la vez y consiguió echar a correr. corrió hacia el atacante confiando en que eso le confundiera y una vez empezó a correr no quiso volver la vista ni un segundo, se concentraba en correr lo más rápido posible y en trazar una trayectoria lo suficientemente confusa que le impidiera apuntar. pero de se dio cuenta de que la alarma era cada vez más débil y así nunca despertaría. debía buscar el origen de la alarma, de manera que el sonido fuera lo suficientemente fuerte para sacarle de allí y empezó a correr buscando el sonido.
   la alarma cesó, no podía oirla. escuchó de fondo la voz de su mujer diciéndole "apaga ya la puta alarma y levántate" no podía creer lo que le estaba pasando, necesitaba que esa alarma volviera a sonar. podía oir los pasos de su perseguidor, pero era incapaz de calcular la distancia a la que se encontraba. intentaba buscar un lugar donde resguardarse, pero la calle estaba vacía y todo cerrado. además las calles no eran exactamente igual que su barrio, su mundo onírico había distorsinado la estructura urbana de las calles y se hayaba totalmente perdido.
   de repente se le ocurrió una locura, si dejaba que aquel hombre le matara, despertaría del sueño y podría vivir su lunes normal. se paró en seco. giró sobre sus talones y enfrentó al hombre que le perseguía. pudo ver perfectamente la confusión que su acción provocó en el atacante y cómo se ponía nervioso en apenas unos segundos. para él todo trancurría a cámara lenta, el brazo levantándose, el cañón dirigiéndose hacia su cara, el movimiento del dedo en el gatillo.
   pero no escuchó el disparo, sólo la irritante voz de su mujer gritándole que iba a llegar tarde. cuando consiguió tranquilizar su corazón, se levantó con una sonrisa en la cara y fue a besar a su mujer. un beso demasiado largo y apasionado y que dejó a su mujer descolocada.
   -¡qué buen humor para ser lunes! a saber qué habrás soñado.

viernes, 20 de junio de 2014

el hombre que podía rebobinar el tiempo

   no le gustaba lo que acaba de decir, así que realizó ese delicado gesto con su mano que le permitía volver atrás en el tiempo para perfilar aquella frase, que por lo delicado del mensaje, necesitaba afinar para que se entendiera a la perfección la magnitud e importancia. necesitaba trasmitir exactamente los matices necesarios para que no hubiera malentendidos ni dobles interpretaciones.
   no sabía exactamente como había conseguido esa habilidad. prefería llamarlo habilidad y no poder, porque le daba un carácter mucho más real y le hacía sentir en completo control de aquello. pero sí recordaba el momento exacto en el que fue consciente de que aquel delicado movimiento de manos, chocando los dedos de una mano con los de la otra en orden, comenzando pulgar con pulgar y terminando con los meñiques, que llevaba haciendo años, tenía efecto en el mundo que le rodeaba, exactamente sobre el tiempo.
   estaba en la cocina, esperando que las tostadas saltaran, pero parecía que tardaban más que habitualmente. siempre que necesitaba recurrir a la paciencia, cuando el tiempo se le hacía interminable y antes de que la tensión ocupara sus nervios, recurría a este gesto para tranquilizarse. empezaba a ponerle nervioso la tardanza del tostador en dorar el pan y aceleraba la intensidad de su gesto, hasta que de repente el pan saltó tan blanco como había bajado.
   comprendió por la forma de subir del pan y el ruido del tostador, que no eran los típico que se producían cuando las tostadas estaban listas, de que en realidad el tiempo había retrocedido hasta el momento en el que él las había bajado. al principio se asustó y se quedó unas horas, no recuerda exactamente cuántas, quieto en la silla de la cocina intentando entender lo que había pasado, sin querer mover las manos, sin tocar las tostadas crudas hasta que una llamada le sacó de un sobresalto de su ensimismamiento, recordándole que llegaba tarde a una cita. se pasó los siguientes días analizando las consecuencias que podía tener aquella habilidad, como siempre hacía con todo en su vida, analizando hasta el mínimo detalle los posibles pros y contras hasta casi volverse loco.
   la principal conclusión que sacó de tanto comerse el coco es que, cada vez que utilizaba aquella habilidad, el resto del mundo volvía atrás en el tiempo pero él no, de manera que si abusaba de él, todo a su alrededor permanecería joven mientras él envejecía irremediablemente a un ritmo demasiado acelerado. así que desde ese día comenzó a utilizar la habilidad sólo en las situaciones que creía realmente importante.
   ésta era una de aquellas situaciones. era trascendental que el mensaje llegara claro y sin interferencias. el problema residía en que encontrar las palabras exactas para transmitirle lo que aquellos ojos, aquella profunda mirada le hacían sentir, podía costarle toda una vida.

lunes, 16 de junio de 2014

el hombre que amaba a un folio en blanco

   cada vez que se asomaba a una nueva página tenía el absoluto control sobre lo que iba a pasar a continuación. cada nuevo capítulo, cada nuevo relato breve, era una historia de amor perfecta que escribía exactamente según sus más puros y sinceros sentimientos. podía elegir cómo era la persona a amar, cambiarla si se cansaba de ella y hacerle el amor de las mil y una formas que se le ocurrieran. podía incluso inventar disputas que acabaría ganando. amar a un folio en blanco le proporcionaba la felicidad absoluta, la feliciad que nunca podría proporcionarle la vida real.
   ahora llevaba un tiempo escribiendo una historia que empezaba a cobrar el peso suficiente para poder convertirse en una novela corta y en la que estaba experimentando con una protagonista femenina que se enamoraba de un hombre totalmente diferente a él y le estaba costando mucho interpretar los sentimientos desde un punto de vista femenino y amar a un hombre, por el que sentía cierta animadversión. al haberlo creado tan perfecto, no podía evitar sentir ciertos celos. aunque estaba disfrutando de esa experiencia casi experimental a la que se había arrojado.
   el apuesto caballero que hacía temblar a la protagonista era un hombre de vida discreta y tranquila, que veía la vida desde detrás de su objetivo y que conseguía captar en sus fotos la esencia de los sentimientos humanos. algo que él llevaba años intentando hacer con la escritura y jamás había conseguido con tanta precisión. había algo en la personalidad de aquel fotógrafo que le inquietaba. era la manera que tenía de ser tan diferente a él, de seducir a la protagonista con todas las armas que él jamás podría utilizar para conquistar a ninguna mujer, real o de papel.
   empezaba a obsesionarle que su mente y su creativiad fueran capaces de crear una personalidad que casi envidiaba, hasta el punto que conforme avanzaba la trama de la pequeña novela este personaje secundario iba ganando protagonismo. el tiempo que empleaba en desarrollar sus escenas era cada vez mayor, cuidando con detalle cada palabra que escribía sobre él mientras las escenas de ella las escribía de manera apresurada y descuidada.
   sin darse cuenta, en algún parrafo no muy concreto, la protagonista había dejado de amar a aquel peculiar hombre y era él quien había empezado a amarlo, obsesionado no podía dejar de escribir sobre él. era la primera que amaba a un hombre.

martes, 6 de mayo de 2014

el hombre que coleccionaba recuerdos

   con los ojos cerrados le era más fácil recordar. la música también le ayudaba. los olores a veces eran detonadores que traían a su cabeza una explosión de imágenes y emociones. por esa misma razón había perfeccionado su método para forzar los recuerdos. se tumbaba en la cama, cerraba los ojos y con la música y los olores adecuados era capaz de provocar el regreso de casi cualquier recuerdo de su vida.
   clasicaba sus discos y sus perfúmenes en función de la clase de recuerdos y momentos que le evocaban y así los tenía clasificados por diferentes secciones. música tranquila e instrumental para los momentos románticos que mezclados con algunas esencias dulces como el azahar o el jazmín le habían servido para recordar sus mejores citas, sus amores pasados siempre que los había echado de menos. si quería recordar los momentos más divertidos y locos de su vida, mezclaba el sonido desgarrador de las guitarras rock con el olor del tabaco. solía recurrir a estos momentos cuando estaba un poco triste para subirse el ánimo. sus preferidos sin embargo eran los recuerdos que le proporcionaban la mezcla de música pop y café. esos momentos de complicidad e intimidad compartido con las personas más importantes de su vida, esas conversaciones infinitas, esas confesiones a las 3 de la mañana, esas lágrimas derramadas o secadas. en realidad no necesitaban estimulantes externos para evocar estos recuerdos ya que eran parte de su consciencia diaria, pero le gustaba aumentarlos en intensidad.
   tenía en un cajón guardados una canción y un perfume. sabía que no podría evitarlos eternamente pero no había sido capaz ni siquiera de probarlos. un día llegó a la conclusión de que eran los adecuados y en el mismo instante los guardó en el cajón, sabiendo que no sería capaz de soportarlo sin romper a llorar. aquellos recuerdos potenciados por su técnica de sugestión podrían ser demasiado peligrosos. no podía forzarse a recordar lo que aún estaba intentando olvidar.

viernes, 4 de abril de 2014

el hombre que pasaba la tarde revisando antiguos libros

   no sabía qué leer. varios libros que aún no había disfrutado descansaban en su estantería debido a su afán por acumular, pero ninguno destacaba especialmente entre los otros como para que le hiciera tomar la decisión. necesitaba leer algo, siempre lo había necesitado como si su vida sin un libro en la mesita de noche no tuviera demasiado sentido. repasaba los títulos uno a uno pero nada. todos le producían la misma plana sensación que le impedía tomar una decisión.
   volvió a sentarse en el sofá, mientras merendaba. un par de galletas de chocolate y un vaso de leche. la música ocupaba todo el espacio de su pequeño apartamento. cantaba en voz baja saboreando cada frase de cada canción buscando esa que le podía salvar la vida. aunque no necesitaba ser salvado siempre le había gustado la sensación de que si algún día se caía al mar tedría miles de frases que le mantendrían a flote como un salvavidas.
   volvió a la estantería. pasó despació los dedos por los lomos intentando que otros sentidos colaboraran en su decisión. le encantaba el tacto de los libros, el olor. su dedo se paró de repente sin que aun sea capaz de saber por qué. era la primera vez que veía ese libro, no recordaba haberlo comprado ni sabía como había llegado allí. en el lomo no figuraba ningún nombre y parecía tan antiguo como su propia vida.
   lo abrió, pero las primeras páginas estaban un poco borrosas, no podía leer nada. siguió pasando páginas y empezó a ver párrafos sueltos, que al leer le resultaban familiares. tuvo que pasar algunas páginas hasta que los primeros capítulos completos le hicieron comprender que su vida estaba escrita en ese libro. pero en todos los capítulos faltaban párrafos. todos los malos momentos de su vida, habían desaparecido sólo podía sonreir leyendo, o debía decir recordando, los buenos momentos de su vida, como si el tiempo hubiera borrado la débil tinta de los malos momentos. lloró recordando a todas y cada una de las personas que habían sido personajes de ese libro derramando una lágrima de esas que saben bien por cada uno de ellos, por algunos, alguna más.
   dejó el libro en la estantería y volvió a su vida que seguía exactamente donde la había dejado. esa noche durmió mejor sabiendo que la permanencia de un texto en la página de un libro dependía de saber elegir la tinta adecuada para escribir cada párrafo.

miércoles, 19 de marzo de 2014

el hombre que siempre tropezaba con la misma piedra

   apenas acababa de recuperar el aliento cuando ya se dejaba ver en la lejanía la siguiente piedra en el camino. lucía exactamente igual que la que acababa de dejarle algunas magulladuras en las rodillas y un hombro dolorido, posiblemente luxado. y con la misma seguridad que la veía, sabía que iba a tropezar con ella. y a pesar de ello no podía hacer nada por evitarlo.
   estuvo pensando la mejor forma de evitarla. ya había intentado saltarla, otras veces tomar caminos alternativos que aunque a priori parecían más difíciles y tortuosos, incluso tenebrosos, podrían evitarle pasar por el lugar donde estaba la piedra y por lo tanto tropezar con ella. pero siempre acaba tropezando. el golpe cada vez era más doloroso, quizás simplemente por lo esperado y por su sensación de impotencia. pero la recuperación también era cada vez más rápida. apenas se levantaba del suelo ya estaba tomando fuerzas.
   también había aprendido que cuando las fuerzas le flaqueaban sólo tenía que sentarse a descansar y retomar las fuerzas que le faltaban. normalmente una música podía oirse de fondo cuando se paraba en el borde del camino. no una música concreta, sino cualquier música. a veces, mientras permanecía sentado en algún hito del camino garabateaba con un palo en la tierra o en la pantalla de un ordenador. otras simplemente disfrutaba de la visita de algún alma que se había perdido y transitaba aquel camino por azares del destino.
   cada vez empezó a disfrutar más de esas pequeñas paradas en el camino y aunque el avance era más lento, también era más el tiempo que tardaba en encontrar la siguiente piedra del camino. algunas voces de su cabeza le decían que estaba perdiendo su tiempo, que a ese ritmo nunca llegaría al final del camino, pero ni siquiera estaba seguro de que ese final existiera.
   un día mientras tarareaba una de esas canciones que se oían de fondo le pareció entender la historia de un hombre que tropezaba constantemente con la misma piedra del camino y entonces no se sintió tan sólo. supo que alguien en algún lugar había sentido la necesidad de cantar su historia sin ni siquiera conocerlo. y entonces supo que mientras pudiera tararear esa canción no se sentiría solo. y bailó camino de la siguiente piedra.

miércoles, 12 de marzo de 2014

el hombre que tenía al amor sentado en la butaca de al lado

   siempre supo que encontraría el amor en una sala de cine. como prácticamente cada semana se dirigió a su cine habitual, compró la entrada y se sentó tranquilamente en una butaca a la distancia adecuada y lo suficientemente centrada. se evadió mientras la sala terminaba de llenarse y justo en el instante que las luces de la sala se apagaban notó un ligero golpe en su brazo derecho que descansaba ajeno a todo en el reposabrazos correspondiente. se escuchó un ligero murmullo en el que le pareció escuchar una disculpa. aquella voz se le clavó en algún lugar de su cuerpo que no era capaz de describir, y su cerebro la reconoció como si llevara oyéndola toda la vida.
   no paraba de moverse incómodo en la butaca sin ser capaz de dejarse llevar por la película como habitualmente hacía. no podía dejar de prestar atención a los gestos y sonidos de la persona que ocupaba la butaca de al lado. parecía que cada risa y cada suspiro eran emitidos en el segundo exacto en que debía ser en el mismo que él lo habría hecho si hubiera sido capaz de concentrarse en la película. incluso pudo oir como tragaba saliva en el momento en el que la película se ponía emocionalmente intensa, casi oyó las lágrimas resbalar por sus mejillas.
   sus brazos se rozaban en un reposabrazo que no deseaba abandonar. provocó algún choque menos fortuito con el fin de tantear la respuesta que provocaba, analizaba cada gesto intentando encontrar una mínima prueba que le demostrara que no estaba loco, que esa conexión especial que había sido capaz de sentir en la oscuridad era mutua. el olor, el calor que desprendía aquel cuerpo. podía concentrarse en cada detalle y todos les parecían perfectos. incluso empezaba a imaginar el rostro que acompañaría de un modo redondo aquella tormenta de sensaciones ciegas. su pulso se aceleraba.
   la película finalizó, podía oirse algún sollozo, los primeros comentarios, el ajetreo de la gente moviéndose en sus butacas con el comienzo de los primeros créditos. cuando la luz se hizo y tras el primer segundo de adaptación visual miró disimuladamente hacia la butaca que estaba dolorasamente vacía. estaba seguro de no haberse despistado ni un sólo segundo pero aún así buscó en las caras que ya se dirigían hacia la puerta buscando alguna que le transmitiera la misma cercanía que había sentido. pero nada encontró. sólo el calor que aún desprendía la butaca que había sido ocupada por el amor.

domingo, 9 de marzo de 2014

el hombre que siempre escribía en minúsculas

   nunca antes se había visto a una persona tan alta sentirse tan bajito. medía exactamente 1.99m pero se sentía como un hombre de apenas 1.75m. se sentía raro cuando la gente le decía lo alto que era, porque él no se sentía así, pero también sabía que no podía contradecirles o lo tomarían por loco. por eso andaba estirado hacia arriba intentando que su espíritu aparentara la altura que le correspondía.
   a veces tenían que preguntarle dos veces lo que había dicho porque su voz era demasiado baja para una sociedad tan ruidosa. y siempre que contaba una historia se quedaba a medias. sus historias eran tan pequeñas que siempre las escribía en minúsculas, ni siquiera la primera palabra detrás de un punto le parecía lo suficientemente importante para escribirla altiva y gigante como eran las mayúsculas. y no podía evitarlo a pesar de que sabía que incumplía la más básica de las faltas de ortografías.
   un día la ciudad en la que venía le picaba. se chocaba con las esquinas de las calles y apenas cruzaba las plazas en un par de pasos. la ciudad le apretaba como unos pantalones que se han quedado pequeños y decidió mudarse a una ciudad más grande, una ciudad en la que podía desaparecer y hacerse pequeño. una ciudad en la que se sintiera como sentía su altura, pequeño; una ciudad en la que se sintiera como una letra minúscula.
   dando un pequeño paseo por esa ciudad encontró un rincón. se trataba de una pequeña plaza, tranquila y sin demasiado bullicio a pesar de estar muy cerca del centro de la ciudad. se sentó en un banco y comenzó a leer una de las historias que él mismo había escrito. de repente, sin darse cuenta, las mayúsculas empezaron a poblar el texto. justo allí donde correspondía. no se dio cuenta de que las mayúsculas estaban ahí hasta que sintió que la plaza le encajaba perfectamente, ni siquiera le incomodaban las costuras y justo en el mismo momento en el que su espíritu alcanzó la medida que le correspondía.

jueves, 6 de marzo de 2014

el hombre que decía cosas que nadie quería escuchar

   siempre había sentido una punzada en el corazón cuando sus palabras volvían a sus oidos tras rebotar en el eco que provocaba el silencio de su interlocutor, esa sensación de no estar siendo escuchado. un día sin decidirlo conscientemente empezó a reducir el número de frases que decía por semana. pasó a seleccionar las que creía que eran sus mejores frases y se las guardaba para, en lugar de decirlas en voz alta, escribirlas en una libreta. conforme iban pasando las semanas el número de frases que decía se iba reduciendo y el número de frases que escribía iba aumentando hasta que un día dejó de hablar.
   pasó aún algún tiempo hasta que alguien se dio cuenta que había dejado de hablar y cuando le  preguntaron el motivo él solo pudo enseñar sus cientos de libretas llenas de frases y más frases. aquella persona se cansó pronto de leer. y así fue pasando su libreta por las manos de todos aquellos que en algún momento de sus ajetreadas vidas se habían parado un segundo y por casualidad se habían dado cuenta de que ya no hablaba, pero nadie pasó de la vigésimo cuarta página.
   poco a poco y sin decidirlo conscientemente dejó de escribir las frases que antes decía y que despuñes escribió y ya sólo las pensaba. se fue quedando para él las que pensaban que eran sus mejores frases y ya nunca las decía ni tampoco las escribía. conforme pasaban las semanas cada vez escribía menos frases y se guardaba más frases para sí mismo.
   de repente un día, en un parque cualquiera de la que era su ciudad notó un leve picor en su cabeza. no era un picor como los que conocía, no era como cuando le picaba la pierna o una pesada mosca caminaba por su brazo. ese picor era otra cosa. al ir a rascarse una bandada de miles de pájaros estallaron de su cabeza. a él le pareció precioso, pero nadie más estaba mirando, nadie más estaba escuchando, nadie más estaba leyendo.