miércoles, 13 de junio de 2012

aquel segundo infinito que finalmente quedó en nada

   había conseguido parar el tiempo en el momento perfecto. asomado en el pequeño balcón del antiguo castillo de una ciudad olvidada, un hermoso paisaje se desplegaba ante él. la luz, un ocaso perfecto tras la montaña, bañaba de naranja todo el cielo perlado de nubes. una ligera lluvia sobre su rostro humedecía los primeros calores de la primavera. el viento suficiente para hacer la naturaleza aún más llena de vida. y esa mirada que precede al primer beso sobre el rostro más hermoso que jamás había contemplado. siempre que soñaba con algún poder, le encantaba imaginarse a sí mismo jugando con el tiempo, poder recrearse en los buenos momentos y huir hacía adelante en los malos. no sabía si había sido él y mucho menos como lo había hecho.
   era consciente de absolutamente todo, incluso de lo increíblemente asombroso de lo que le estaba ocurriendo, de lo milagroso. estaba memorizando cada detalle del paisaje, cada gesto de su rostro, cada pequeño sentimiento que atravesaba su corazón, los nervios, la tensión, la excitación. si fuera capaz de cerrar los ojos, podría describir cada milímetro de piel, la postura y el brillo exacto de aquellos ojos; podría incluso evadirse recordando sentimientos tan intensos y concentrados en aquel segundo en el que todo había parado.
   pero de repente algo cambió. se le ocurrió pensar por un segundo qué habría pasado después de aquel beso y empezó a ver ante sus ojos miles de momentos no vividos. fue consciente de todo lo que había perdido en el momento en el que el tiempo se congeló. aunque el paisaje seguía brillando con el sol del atardecer, para él todo estaba nublado, la lluvia le molestaba en la cara y sentía celos al mirar aquel rostro y no poder alcanzarlo. su corazón empezó a dolerle y la ansiedad de que ese sentimiento fuera enterno iba aumentando por segundos.
   su paralizada consciencia estaba al límite del colapso cuando todo comenzó a moverse, muy lentamente al principio y a un ritmo tradicional finalmente. una lágrima resbaló por su rostro, toda la tensión acumulada explotó en la forma de una pequeña gota. aquel rostro, que había sido causa de los mejores y los peores sentimientos durante aquel infinito segundo, se paró asustado, aquellos ojos se desviaron hacia el paisaje y una frase cualquiera salida de no recordaba qué labios, rompió finalmente y para siempre aquel segundo que pudo ser infinito y finalmente quedó en nada.