sábado, 1 de octubre de 2011

la dulce sensación de una vida ajena

   no reconocía el rostro que le miraba desde el espejo, aunque le resultaba familiar, como un viejo amigo al que el tiempo y la ausencia habían casi enterrado. el pelo mojado le caía en la frente, más corto de lo habitual, incluso le parecía más claro. analizó su propio cuerpo buscando las rarezas que lo hacían único y peculiar, intentando recordar. se afeitó con la intención de que las facciones fueran más visibles, más reales. empezaba a acostumbrarse a aquel rostro, pero seguí teniendo la sensación de que estaba incompleto, como si sólo fuera la descripción de su verdadero rostro. cuando salió del baño se dio cuenta que su cara y suerpo no era lo único que le resultaba desconocido. no reconocía el cuerpo que descansaba desnudo en una cama que no había dormido nunca, su habitación olía a un tabaco que nunca había fumado.
   le gustaba la sensación de sentirse un intruso. encendió un cigarro. sabía a menta. se acercó a aquel cuerpo que empezaba a desperazarse. acarició aquella piel, la besó. sabía a café. nunca se había parado a pensar a que sabían las cosas. aquellos ojos azules le miraron extrañados, quedaban perfectos en aquel rostro. besó los labios más apetecibles que había visto en su vida, y le supó salado, a cocina casera. su corazón empezaba a acelerarse. de repente su dedo pulgar rozó la alianza en su anular derecho. el sueño volvió a morder aquel cuerpo imperfecto, pero atractivo, y observó como peleaba con las sabanas en la seminconsciencia que correspondía a los últimos sueños de la mañana. encontró especialmente reconfortante pararse ante cada detalle, recrearse en las cotidianidades que pasaban desapercibidas. nunca había deseado tanto a alguien sin amarlo, ni había amado tanto a nadie sin necesitarlo. eran dos desconocidos que sabían todo el uno del otro. las palabras sobraban, los gestos y las miradas eran suficientes.
   conforme iban avanzando las horas empezaba a recordar lo suficiente para llevar a cabo las obligaciones del día, pero a la vez se dejaba sorprender por una vida que sabía a nueva.
   la seguridad de que aquel cuerpo le esperaría en casa le hizo mantener una sonrisa durante todo el día, la comida sabía más que nunca, el sol brillaba en un cielo de un azul diferente. al volver a casa, cansado, fue consciente de partes de su cuerpo que había olvidado, hizo el amor de la manera más dulce, como si nada más importara, como la cosa más natural de mundo. compartió lo más profundo y lo más mundano, como si cada palabra que decía y escuchaba hubiera sido creada para ese preciso momento. cuando el sueño empezaba a apoderarse de sus sentidos, supo que al día siguiente volvería a olvidarlo todo, despertaría en otro cuerpo, en otra vida. o en la misma, eso daba igual.