viernes, 4 de abril de 2014

el hombre que pasaba la tarde revisando antiguos libros

   no sabía qué leer. varios libros que aún no había disfrutado descansaban en su estantería debido a su afán por acumular, pero ninguno destacaba especialmente entre los otros como para que le hiciera tomar la decisión. necesitaba leer algo, siempre lo había necesitado como si su vida sin un libro en la mesita de noche no tuviera demasiado sentido. repasaba los títulos uno a uno pero nada. todos le producían la misma plana sensación que le impedía tomar una decisión.
   volvió a sentarse en el sofá, mientras merendaba. un par de galletas de chocolate y un vaso de leche. la música ocupaba todo el espacio de su pequeño apartamento. cantaba en voz baja saboreando cada frase de cada canción buscando esa que le podía salvar la vida. aunque no necesitaba ser salvado siempre le había gustado la sensación de que si algún día se caía al mar tedría miles de frases que le mantendrían a flote como un salvavidas.
   volvió a la estantería. pasó despació los dedos por los lomos intentando que otros sentidos colaboraran en su decisión. le encantaba el tacto de los libros, el olor. su dedo se paró de repente sin que aun sea capaz de saber por qué. era la primera vez que veía ese libro, no recordaba haberlo comprado ni sabía como había llegado allí. en el lomo no figuraba ningún nombre y parecía tan antiguo como su propia vida.
   lo abrió, pero las primeras páginas estaban un poco borrosas, no podía leer nada. siguió pasando páginas y empezó a ver párrafos sueltos, que al leer le resultaban familiares. tuvo que pasar algunas páginas hasta que los primeros capítulos completos le hicieron comprender que su vida estaba escrita en ese libro. pero en todos los capítulos faltaban párrafos. todos los malos momentos de su vida, habían desaparecido sólo podía sonreir leyendo, o debía decir recordando, los buenos momentos de su vida, como si el tiempo hubiera borrado la débil tinta de los malos momentos. lloró recordando a todas y cada una de las personas que habían sido personajes de ese libro derramando una lágrima de esas que saben bien por cada uno de ellos, por algunos, alguna más.
   dejó el libro en la estantería y volvió a su vida que seguía exactamente donde la había dejado. esa noche durmió mejor sabiendo que la permanencia de un texto en la página de un libro dependía de saber elegir la tinta adecuada para escribir cada párrafo.