domingo, 10 de marzo de 2013

la pareja perfecta

   aún llevaba el olor a sexo en la piel. tenía que darse prisa si quería ducharse antes de la cena, la ritual cena de todos los viernes que mantenía la llama de aquella relación que muchos considerarían acabada porque reservaba su pasión para otros hombres. pero la verdad era que ella creía que precisamente era ese detalle el que llenaba de amor su relación. especialmente saber que Julio aprobaba y compartía su forma de vivir y sentir. contrariamente a lo que la mayoría pensaría, eran sus parejas sexuales las que más acusaban los celos, sabiéndose simplemente poseedores de sus deseos pero no de sus sentimientos. la razón por la que la cena se había convertido en ritual, era porque era el sagrado momento de la semana en el que se olvidaban de todos los problemas, laborales, familiares y del hogar y disfrutaban el uno del otro, se reconquistaban en una eterna primera cita y dejar para el día a día las rutinas aburridas y estúpidas discusiones. como el de cualquier pareja normal.
   aquella ducha era el único momento en el que se planteaba como funcionaba su vida, mientras se esmeraba en quitarse el olor de otro hombre. pero él siempre conseguía hacer que se olvidara, como aquel día que la recibió diciéndole que no entendía porque se duchaba, que le gustaba oler el sexo en ella. apenas hablaban de sus respectivas vidas extra-maritales pero ambos intuían el grado de las conquistas del otro. se conocían a la perfección los cambios de humor y rutinas; eran como mensajes encriptados mediante los que se comunicaban. pensó en buscarlo en su apartamento antes de la cena y romper la tradición de encontrarse directamete en el restaurante, tenía ganas de verlo.
   se disculpó por llegar tarde. él estaba tan radiante como siempre, elegante en su traje. mientras se sentaba empezó a contarle como el hombre con el que llevaba acostándose unos meses la había seguido a casa, la había asaltado a la salida del portal y le había confesado su enfermizo enamoramiento, no quería seguir viéndola si no le daba algo más que casual y esporádico sexo. lo contaba entre divertida y espontánea, acostumbrada. el gestó de él se iba transformando conforme la historia crecía y empezó a dislumbrar en su mirada algo que la preocupó. nunca la había mirado con tanto deseo. sentía el efecto que saber que aquel desconocido la amaba estaba causando en él, haciendo que la deseara de una manera que no recordaba. por supuesto que tenían sexo. habitualmente y de calidad. pero ambos guardaban sus pasiones más primitivas para relaciones menos íntimas y más superficiales. aquel brillo en los ojos la asustó, no quería perder su equilibrada relación. él debió de sentir algo parecido porque le pidió que cambiara de tema. 
   la noche transcurrió como siempre. rieron, bebieron y compartieron con entusiasmo los descubrimientos de la semana. animadas y recargadas discusiones sobre cine y literatura intercalaban las copas de vino. cuando llegaron a casa, un par de copas hicieron que el deseo fuera creciendo mientras se mezclaba en la conversación lentamente. el lenguaje iba cambiando y el deseo se hizo palpable hasta el grado de incontenible. hicieron el amor como nunca antes. cuando la besó por la mañana, aquel beso tuvo un sabor especial. el sabor del amor incrementado por el deseo, cerrando el circulo en el que deseo y amor como distintas formas de la misma energía se transformaba sin nunca destruirse.