martes, 6 de mayo de 2014

el hombre que coleccionaba recuerdos

   con los ojos cerrados le era más fácil recordar. la música también le ayudaba. los olores a veces eran detonadores que traían a su cabeza una explosión de imágenes y emociones. por esa misma razón había perfeccionado su método para forzar los recuerdos. se tumbaba en la cama, cerraba los ojos y con la música y los olores adecuados era capaz de provocar el regreso de casi cualquier recuerdo de su vida.
   clasicaba sus discos y sus perfúmenes en función de la clase de recuerdos y momentos que le evocaban y así los tenía clasificados por diferentes secciones. música tranquila e instrumental para los momentos románticos que mezclados con algunas esencias dulces como el azahar o el jazmín le habían servido para recordar sus mejores citas, sus amores pasados siempre que los había echado de menos. si quería recordar los momentos más divertidos y locos de su vida, mezclaba el sonido desgarrador de las guitarras rock con el olor del tabaco. solía recurrir a estos momentos cuando estaba un poco triste para subirse el ánimo. sus preferidos sin embargo eran los recuerdos que le proporcionaban la mezcla de música pop y café. esos momentos de complicidad e intimidad compartido con las personas más importantes de su vida, esas conversaciones infinitas, esas confesiones a las 3 de la mañana, esas lágrimas derramadas o secadas. en realidad no necesitaban estimulantes externos para evocar estos recuerdos ya que eran parte de su consciencia diaria, pero le gustaba aumentarlos en intensidad.
   tenía en un cajón guardados una canción y un perfume. sabía que no podría evitarlos eternamente pero no había sido capaz ni siquiera de probarlos. un día llegó a la conclusión de que eran los adecuados y en el mismo instante los guardó en el cajón, sabiendo que no sería capaz de soportarlo sin romper a llorar. aquellos recuerdos potenciados por su técnica de sugestión podrían ser demasiado peligrosos. no podía forzarse a recordar lo que aún estaba intentando olvidar.