domingo, 13 de julio de 2014

el hombre que escribía cuentos distorsionados

   tenía tantas cosas en la cabeza que hablar no era suficiente para sacarlas todas. si te cruzabas con él por la calle parecía que iba murmurando continuamente. si lo veías en una cafetería, su pluma no dejaba de moverse salvo para darle un sorbo al café. y había días que el café se quedaba frío e intacto en la taza, tal y como lo habían traido. incluso cuando soñaba, esas ideas que rondaban por su cabeza se transformaban en extrañas ensoñaciones con más o menos lógica.
   las ideas salían de su cabeza de una forma confusa. nadie entendía del todo bien lo que decía. sus escritos eran una acumulación de frases inconexas. sólo sus sueños se parecían a los sueños de las personas normales, porque también las personas normales tenían sueños confusos e inconexos. pero la verdad era que no sabía ordenarlas de otra forma.
   primero intentó utilizar frases que escuchaba por ahí para comunicarse. repetía frases construidas por lo demás para intentar comunicar sus ideas, creando unas conversaciones que se asemejaban bastante a las que las personas normales tenían entre sí. así pudo ser capaz de mantener conversaciones en el trabajo, en casa, con sus amigos, en la tienda, en la cola del dentista e incluso consigo mismo. llegó un punto que utilizaba las frases de los demás casi con tanta naturalidad como la de un buen actor interpretando un guión.
   después intentó dar un orden a sus frases escritas. intentó crear historias que tuvieran una introducción, un nudo y un desenlace. unas historias que fueran la vida de seres ficticios creados por su mente en un ejercicio de creatividad y un complejo proceso de estudio y análisis. consigió escribir historias que sonaban normales, con personajes ficticios normales, pero a los que les faltaba alma.
   aquello le creaba una sensación extraña de vacío. como si las historias las pudiera haber escrito cualquier persona normal, pero no él. algo no estaba bien, así que se dedicó a escribir una serie de cuentos distorsionados.
   pero desde luego, lo que nunca alteró ni varió un milímetro, fueron sus sueños.

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