miércoles, 12 de marzo de 2014

el hombre que tenía al amor sentado en la butaca de al lado

   siempre supo que encontraría el amor en una sala de cine. como prácticamente cada semana se dirigió a su cine habitual, compró la entrada y se sentó tranquilamente en una butaca a la distancia adecuada y lo suficientemente centrada. se evadió mientras la sala terminaba de llenarse y justo en el instante que las luces de la sala se apagaban notó un ligero golpe en su brazo derecho que descansaba ajeno a todo en el reposabrazos correspondiente. se escuchó un ligero murmullo en el que le pareció escuchar una disculpa. aquella voz se le clavó en algún lugar de su cuerpo que no era capaz de describir, y su cerebro la reconoció como si llevara oyéndola toda la vida.
   no paraba de moverse incómodo en la butaca sin ser capaz de dejarse llevar por la película como habitualmente hacía. no podía dejar de prestar atención a los gestos y sonidos de la persona que ocupaba la butaca de al lado. parecía que cada risa y cada suspiro eran emitidos en el segundo exacto en que debía ser en el mismo que él lo habría hecho si hubiera sido capaz de concentrarse en la película. incluso pudo oir como tragaba saliva en el momento en el que la película se ponía emocionalmente intensa, casi oyó las lágrimas resbalar por sus mejillas.
   sus brazos se rozaban en un reposabrazo que no deseaba abandonar. provocó algún choque menos fortuito con el fin de tantear la respuesta que provocaba, analizaba cada gesto intentando encontrar una mínima prueba que le demostrara que no estaba loco, que esa conexión especial que había sido capaz de sentir en la oscuridad era mutua. el olor, el calor que desprendía aquel cuerpo. podía concentrarse en cada detalle y todos les parecían perfectos. incluso empezaba a imaginar el rostro que acompañaría de un modo redondo aquella tormenta de sensaciones ciegas. su pulso se aceleraba.
   la película finalizó, podía oirse algún sollozo, los primeros comentarios, el ajetreo de la gente moviéndose en sus butacas con el comienzo de los primeros créditos. cuando la luz se hizo y tras el primer segundo de adaptación visual miró disimuladamente hacia la butaca que estaba dolorasamente vacía. estaba seguro de no haberse despistado ni un sólo segundo pero aún así buscó en las caras que ya se dirigían hacia la puerta buscando alguna que le transmitiera la misma cercanía que había sentido. pero nada encontró. sólo el calor que aún desprendía la butaca que había sido ocupada por el amor.

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