viernes, 25 de septiembre de 2015

el hombre que siempre escribía historias tristes

   siempre se sentaba frente a una hoja en blanco cuando estaba feliz. los personajes bullían en su cabeza dispuestos a vivir las aventuras más apasionantes jamás soñadas, preparados a salvar el mundo y rescatar a damiselas en apuros. para crear la atmósfera adecuada siempre escribía en días soleados, se preparaba un sabroso café y dejaba que sus hijos jugaran alrededor suya. sus risas eran la banda sonora perfecta.
   sus héroes eran tremendamente fuertes y luchaban con una fuerza y una valentía dignas de las mejores novelas de aventuras, sobrevivían a situaciones que ningún humano podría sobrevivir. se enfrentaban a monstruos de varias cabezas, a asesinos despiadados y vivían amores turbulentos y llenos de dificultades. tenían todas las cualidades necesarias para vencer cualquier adversidad.
   eran incluso capaces de sobrevivirse a sí mismos. pero mientras la historia se desarrollaba sus personajes se iban encontrando con dificultades imprevistas: enemigos demasiado peligrosos, trampas escondidas en lugares inimaginables y sentimientos demasiado complicados para sobrevivir a ellos.el escritor incluso dudaba si no era su propia tristeza la que impedía a los personajes vencer a sus enemigos.
    de tal manera que al final la historia se le escapaba y siempre lloraba escribiendo esos finales en los que a pesar del esfuerzo y el sacrificio de sus ahora queridos personajes, alguna tragedía acababa truncando sus sueños de grandeza: morían en guerras, perdían los juicios importantes, sus amores terminaban o sus fantasmas los acaban volviendo loco.
   lo que el escritor no sabía, es que, a pesar de la oscuridad de su alma, la historia que estaba escribiendo en ese mismo momento, tenía un final feliz.

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